Felicitamos al Liceu por esta espectacular ópera que cierra la temporada. Adriana se estrenó en Milán en 1902 y en Barcelona con el mismo reparto un año más tarde. Sólo se ha representado 9 veces en la larga vida del Liceu y ahora afortunadamente nos llega la gran coproducción entre el Gran Teatro del Liceu, Royal Opera House de Londres, Opéra de Paris, Wiener Staatsoper y San Francisco Opera que se estrenó en el Coven Garden en 2010.
Ambientada en el siglo XVIII, el director de escena David McVicar (que volveremos a disfrutar con la Traviata de la próxima temporada), consigue con gran majestuosidad y elegancia hacer un canto al espectáculo mostrando el teatro por detrás en el primer acto y en forma de ”teatro dentro del teatro” en el segundo acto.
La ópera está basada en sucesos reales. Adriana Lecouvreur, de origen humilde, llegó a ser la principal actriz de La Comédie Française que declamaba a Voltarie, Racine, Corneille y que murió a los 38 años supuestamente envenenada. Uno de sus admiradores fue Voltaire que criticó que su entierro no se hiciera con la importancia que la actriz merecía. Eugène Scribe y Ernest Legouvé escribieron una obra teatral y ya en pleno siglo XIX el mito se adaptó a la ópera con el libreto de Arturo Colautti y la música de Francesco Cilèa el cual se considera un compositor verista cuando acababa el Bel Canto. A diferencia del verismo como tal que se basaba en dramas rurales como Pagliaci de Leoncavallo, Adriana se rodea de la elegancia, el lujo y la magnificiencia de la corte. Es una lástima que Ciléa por diferentes motivos, entre ellos su dedicación a la docencia, sólo nos dejara tres óperas, la más representada de las cuales ha sido Adriana aunque escribió también Arlesiana y Gloria que tuvieron peor acogida .
Se trata de un triángulo amoroso entre Adriana Lecouvreur el conde Maurizio de Saxonia y la princesa de Bouillon, persona muy influyente en la corte que también está enamorada de Maurizio, aunque éste sólo ama a Adriana. La sencillez del argumento a pesar de ser muy rebuscado puede reducirse a un triángulo amoroso, a los celos y a un final dramático como corresponde a una buena heroína trágica. El resto es espectacular. Las voces han emocionado al público. Nuestra Adriana era Aleksandra Kurzak y el silencio ha ocupado la Sala del Liceu con la esperada y conocida aria del primer acto Io son la umile ancella (aplaudida apasionadamente) cuya melodía se va repitiendo a lo largo de la ópera como un leit motiv. Una Adriana dulce con una voz maravillosa y unos agudos finísimos que conmocionan en todas las escenas, en las arias en solitario o en los dúos con Freddie De Tommasso. La mezzo Daniela Barcellona es la princesa de Bouillon, la tercera punta del triángulo amoroso, la cual pese a encontrarse indispuesta, ha puesto su voz al servicio de la rabia y los celos.
Patrick Summers dirige magistralmente la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. El Coro del Gran Teatro del Liceu, únicamente presente en pocas y cortas ocasiones, es dirigido esta vez por David-Huy Nguyen-Phung.
Esperábamos con ilusión a Jonas Kaufmann pero no nos decepcionó el tenor spinto Freddie De Tommaso que emocionó al público con el aria “La dolcíssima efigie” y en el dúo final con Adriana y el barítono de amplio registro vocal, Ambrogio Maestri, el director del teatro que tiene lugar en la escena, enamorado también de Adriana, muy impresionante y emotivo.
La ópera es maximalista. En escena, además de los cantantes se encuentran la corte, bailarines, figurantes, teatro, actores y público con el vestuario exuberante de Brigitte Reiffenstuel. Recomendaría no perder esta joya músico-teatral dejando un poco de lado el argumento para disfrutar plenamente de la música y de la gran riqueza de elementos escenográficos y utillería que hay en el escenario.
Ayer fue el estreno. Tienen tiempo. No se la pierdan.