Que Marc Rosich es mejor adaptador que dramaturgo es un hecho que, analizando su trayectoria, resulta cada vez más evidente. Su punto fuerte acostumbra a ser el concepto, el punto de vista, la descripción del universo y de los personajes… y no tanto los diálogos o el desarrollo narrativo cuando es él quien firma el texto original. En este sentido, A tots els que heu vingut tiene un punto de partida brillante y un magnífico envoltorio repleto de detalles de grande inteligencia, como nos tiene acostumbrados este lúcido director. Mercè Aránega interpreta de forma espléndida una abuela convergente, recientemente viuda, decepcionada con Jordi Pujol y que sólo se consuela con la música de Núria Feliu. El retrato de esta señora resulta tan cruel como entrañable y, a pesar de los muchos componentes paródicos, la actriz la reivindica con una verdad contundente y maravillosa. El personaje tiene tanta luz y es tan fascinante y divertido que parece no encajar del todo con el tono del resto del reparto, más cercano al de una obra de La Cubana y, desgraciadamente, mucho menos interesantes. Tampoco la trama consigue generar, dramáticamente, verdaderos grandes momentos. Como comedia, se echan de menos chistes, diálogos más afilados o situaciones que realmente consigan hacer reír. Pero, como drama, tampoco logra la intensidad ni la emoción necesarias. A pesar de esto y su excesiva duración dividida innecesariamente en dos partes, la propuesta aporta un análisis feroz de una parte de cierta clase catalana a la que no estamos acostumbrados a ver ridiculizada en nuestros escenarios de una manera tan meticulosa. El ejercicio es, desde esta perspectiva, fresco, original y saludable, aunque la historia no acabe de ser tan satisfactoria como sería deseable.
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