Propuesta musical basada en el libro de Stefan Zweig que después de una exitosa temporada en Madrid llega a Barcelona, traducida al catalán. Sílvia Marsó fue muy valiente cuando decidió no sólo que quería protagonizarla sino también producirla. A primera vista, podría parecer que es una propuesta demodé, demasiado lejos de nuestros tiempos, pero los clásicos lo son por algo, no se trata de vigencia de las situaciones concretas sino de la naturaleza humana, los sentimientos, las consecuencias de nuestros actos. Valiente también porque no es un musical fácil, los «luminosos», sino intimista y delicado.
Una mujer aún de duelo, en la época de entreguerras, se entrega durante 24 horas a la pasión por un joven bala perdida, consumido por el vicio del juego. Las consecuencias de la pasión, la entrega, el estigma social por haberlo hecho… son una losa en su conciencia y en la etiqueta social que le imponen. ¿Compensan 24 horas de entrega absoluta si el precio lo pagamos toda la vida?
Cierto que cuesta un poco entrar por el tono oscuro, de penumbra, el intimista ambiente, una diferente manera de interpretar a la que estamos acostumbrados, parece que cuesta arrancar … Sin embargo, la obra avanza y la historia se abre paso con la ayuda de una música muy delicada interpretada en directo, la iluminación y unas largas cortinas con las que recrean un casino, la costa francesa o una iglesia, en momentos intensos, lejos de la sociedad opresiva y las tentaciones del juego, lugares para disfrutar el uno del otro, ya no sólo físicamente.
Sílvia Marsó soporta el peso de la obra y de menos a más, un poco insegura al principio -quizás por ser una obra en una lengua diferente a la que representaba hasta ahora- para desembocar en una ya del todo creíble mujer entregada de forma absoluta y a la vez madura.
Su capacidad para establecer conexión con el público es innegable y sería una lástima que vuelva a desaparecer de los escenarios barceloneses