Una illa nos plantea dos dilemas propios de nuestra sociedad y de nuestros tiempos: el individualismo enfrentado a la idea de colectivo, y el papel que desempeña la inteligencia artificial en todo ello. La Agrupación Señor Serrano, con la dirección y el guión a cargo de Àlex Serrano y Pau Palacios, aborda estas temáticas a través de un espectáculo lleno de poesía, y en el que los efectos visuales, lejos de lo que nos tiene acostumbrados, se convierten en un puente bastante sobrio de diálogo con la audiencia.
Después de meses de investigación, investigación y consultas con la inteligencia artificial, la compañía va en busca de un espacio idílico desde el que sobrevivir a la propia civilización humana. La demanda inicial consiste en la creación de un espectáculo con esta temática. La isla, el punto de partida, no puede rehuir el contacto con otras islas del archipiélago, y de ahí nace la idea del colectivo, de la necesidad de entenderse, a pesar de las dificultades, del miedo al anulación de uno mismo, del pánico a lo desconocido. Y todo el mundo forma parte de este colectivo. Toda una diversidad inagotable de posibilidades que también se convierten en un catálogo de amenazas a superar por no extinguirse.
La escena se viste con hologramas y grandes proyecciones dinpamicas que aportan la idea de la evolución, del cambio, del uno a la multitud, de la paz aparente a la lucha por mantenerse y permanecer. La danza, a modo de patrón de comportamiento, tranquila y constante, se convierte en el símbolo de la humanidad, y ésta se acerca temerosa a islas desconocidas. La música y el baile pretenden comunicar sensaciones de unos y otros. Acompañante, el amigo búho, fiel observador que juega un papel mínimo en el espectáculo, poético en el texto, naïf sobre el escenario.
Destaca, por encima de todo, el diálogo permanente entre el humano y la inteligencia artificial que se muestra, en forma de transcripción (como dialogaríamos con el ChatGPT, por ejemplo), en el fondo del escenario y, en inglés, en la parte superior. La conversación, desde su primera consulta, va derivando hacia espacios ciertamente perturbadores, con propuestas que huyen ya del propósito inicial para encaminarse hacia la lectura de las características de nuestra sociedad. Y todo a través de metáforas constantes e ingeniosas, uno de los talentos propios del IA.
El ritmo del espectáculo es ciertamente desigual, y de forma desconcertante invita a la desconexión en algunos momentos. Momentos de gran intensidad se mezclan con cambios demasiado dilatados o escenas intrascendentes, incluso inocentes, que no comunican la intención con la que seguramente han sido pensadas. El texto, eso sí, invita a su posterior reflexión. En buena medida, anotarías ideas interesantes que probablemente usarías en tertulias sobre el futuro que nos espera de la mano con esta herramienta tecnológica. Al menos, es fácil poder decir, después de los 70 minutos de duración, que ha sido una experiencia «interesante». Una respuesta a la altura de una inteligencia, ¿cómo lo diría… convencional?