La intención de este menú teatral era hablar de las masculinidades tóxicas o frágiles en tono de comedia, un poco al estilo de la serie Machos Alfa. La premisa de que los tres amigos protagonistas no se han visto nunca llorar quizás resulta un poco forzada, aparte de generar una trama muy previsible. De todas formas, el problema principal es que no se crean situaciones excesivamente divertidas, los personajes no consiguen que empaticemos con ellos y las escenas “serias” o más trascendentes tampoco acaban de sorprender ni emocionar… Una lástima, sobre todo si tenemos en cuenta que el contexto del restaurante funcionaba y que había bastante elementos interesantes para satisfacer al público.
La carencia de una trama que enganche también es uno de los elementos que juega a la contra… Aun así, Joan Arqué, Roger Coma y Òscar Múñoz hacen lo posible para defender sus réplicas y dar una sensación de complicidad entre ellos. Desgraciadamente no siempre se consigue, sobre todo en aquellas escenas en que parece que construyan comedias de diferente tono.
A destacar la escenografía de José Novoa, que crea un restaurante creíble dentro de los márgenes del escenario de La Villarroel, siempre tan complicado y limitado. Un buen envoltorio para una comedia que quizás no funciona del todo, pero que puede atraer y convencer a un buen número de espectadores.