La versión de Ubu Roi de Declan Donnellan la protagoniza un adolescente que descubrimos aburrido, jugando con una cámara en el comedor de una casa burguesa. Las proyecciones de los supuestos audiovisuales que registra amplían la experiencia teatral más allá del escenario, mostrándonos la casa que tenemos que imaginar, detrás hay las bambalinas. Asimismo, nos hacen conocer a un joven excéntrico, que se pasea por su casa registrando unos detalles que levantan exclamaciones del público: unas fosas nasales, un pollo destripado, una mancha de «merdra» (como dirá Père Ubu) en la taza del inodoro. .. los matices que, día a día, nos pasan por delante son los que captan la atención de este hijo de clase alta, el titiritero que convertirá sus padres y los invitados a la cena durante la que transcurre la obra en los protagonistas de las historias de su imaginación. El personaje central será Père Ubu, el sádico y déspota tirano que toma el trono del antiguo rey y acaba siendo la encarnación de todos los rasgos negativos que puede tomar el poder (al grito de «merdra!»), Y la Mère Ubu, la víbora en la sombra que le empuja a obtener el poder.
Un reparto francés brillante interpreta este Ubu Roi, pasando magistralmente, y en milésimas de segundo, de adinerados y decorosos burgueses a los grotescos personajes que el adolescente lleva al extremo de las pulsiones e instintos humanos. El sonido y la iluminación (magistrales) nos transportan a ese mundo mental y de imaginación: una imaginación acentuada que convierte utensilios cotidianos en el atrezzo de las aventuras de Père Ubú, como si de un juego infantil se tratara (un cepillo es una espada, una cazuela un casco), y se convierten en símbolos de poder. Cómplices de la ácida sátira, reímos de la tragedia y de este absurdo caótico y sorprendente al que nos llevan Donnellan y los actores franceses, todos inmersos en este juego de niños en que convierten el poder.