Un mundo globalizado en que se está más conectado que nunca, pero donde la individualidad gana el terreno a la comunidad. Aunque no lo parezca, sin la ayuda y la comunicación con otras personas o colectivos, la humanidad está destinada al fracaso evolutivo.
En este espectáculo lleno de acrobacias y movimientos imposibles, 20 personas de diferentes naciones y culturas muestran la necesidad de relacionarse entre ellas y la dependencia de las unas y las otras.
Con figuras imposibles que hacen contener el aliento hasta que todas las personas implicadas vuelven a estar con los pies en tierra, esta es una producción que tiene como objetivo principal dejar con la boca abierta al público con ejercicios difíciles y complejos. La fuerza que muestran los y las gimnastas -por definirlos de alguna manera- es impresionante. Su movimiento a través del escenario y su concentración atrapa a la espectadora, especialmente en el inicio cuando la expectación de no saber bien bien qué se vivirá en el escenario es la máxima carta que juega este espectáculo.
Es cierto, por eso, que con el paso de los minutos y de la narrativa escenográfica, la espectadora empieza a encontrar las figuras de alguna manera repetitivas y menos impactante a pesar de su dificultad. Llega un punto que no se ve una evolución clara de la trama y que hace que el público se aparte de la impresión que lo empujaba a estar alerta en su inicio.
A pesar que esta pequeña pérdida de interés, es un espectáculo digno de ver por su espectacularidad aérea y el trabajo tenaz e impresionante de los intérpretes.