Bergman a la argentina

Sonata de otoño

Sonata de otoño
09/11/2014

La cultura nórdica, con su frialdad social y la contención de las emociones, podría parecernos, en principio, que es diametralmente opuesta al apasionamiento hispanoamericano de carácter más externo e inmediato. Pues bien, en Sonata de Otoño, la versión del argentino Daniel Veronese de la reconocida película de Ingmar Bergman, se demuestra que ciertos conflictos familiares, frustraciones y tragedias internas son tan universales como la misma condición humana. La angustiosa historia de dos pianistas, madre e hija, que se reencuentran después de siete años, resulta sublime por su sencillez expositiva. Como en el filme sueco de 1978, toda la trama está centrada en el enfrentamiento de estos dos personajes femeninos que representan, respectivamente, el egoísmo y la incapacidad de amar frente a los estragos de no haberse sentido amada. Cristina Banegas y María Onetto interpretan de manera magistral este par de almas infelices que difícilmente encontrarán un puente que, después de tanto tiempo, dolor y reproches, consiga unirlas de nuevo. Veronese respeta el espíritu del texto original potenciando su fuerza, el ritmo y su furia excepcional y abrumadora. El espectáculo no te deja respirar ni un instante, es increíblemente intenso y, por ello, pasa rápido como un disparo mortal en el corazón de una familia burguesa. Pero, en el fondo, a pesar de su pesimismo, libera porque su vigor es catártico y habla de una vulnerabilidad que todos, en mayor o menor medida, hemos sentido alguna vez.

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