John Logan es un conocido dramaturgo y guionista estadounidense, autor de muchas y muy famosas tramas salidas de Hollywood: Gladiator, El aviador, Hugo, El último Samurai, etc. En el 2009 estrenó la obra de teatro Red, protagonizada por Alfred Molina, y un año más tarde consiguió ganar seis premios Tony con el montaje de Broadway. La pieza ha tenido versiones en varios países, consiguiendo para el papel principal a actores tan dispares como Luis Gneco, Antonella Broglia o Juan Echanove.
Red explica la relación del pintor Mark Rothko con su joven ayudante, justo en un momento en el que el artista y todo lo que él representaba empezaba a ser cuestionado por los nuevos movimientos que estaban apareciendo, como por ejemplo el pop art. Rothko sale retratado como un personaje hermético, pagado de sí mismo, egoísta y poco empático. Un genio como los de antes, de aquellos que se permitían todo tipo de excentricidades pero que se basaban en una idea muy clara -y muy estudiada- de sus capacidades artísticas y de su forma de ver el mundo. Ante esto, la juventud y la amplitud de miras de un artista novel que provocará -casi sin quererlo- un pequeño terremoto en las aparentemente inamovibles convicciones de Rothko.
La grandeza del texto está en su capacidad de generar conflicto y acción dramática continuamente, a pesar de tratarse de un tema a ratos filosófico y a ratos casi psicológico. Logan conoce muy bien sus personajes, sus limitaciones y sus puntos débiles. Sabe cómo crear diálogos impactantes y como elevar una conversación banal casi hasta hacerla explotar. La brillante dirección de Guido Torlonia, director artístico del Teatre Akadèmia durante la presente temporada, aprovecha todo lo que le sirve el texto y lo amplía con una puesta en escena llena de ingenio. Las proyecciones, la iluminación y la reproducción de un taller pictórico acaban por conseguir una estética enigmática e inspiradora.
De todos modos, nada sería igual en este montaje si no fuera por las interpretaciones de Lluís Soler i Ferran Vilajosana. Los dos están espléndidos, y creo que son conscientes de que están ante un material que hay que aprovechar. En el caso de Soler hay que aplaudir, además, la capacidad de acercarnos un personaje tan arisco y hacerlo próximo y comprensible, dentro de su opacidad. En definitiva, una interesante disertación sobre el mundo del arte que no os tendríais que perder…