De Wolgang Amadeus Mozart se ha hecho, a lo largo de los siglos, mucha literatura, algunas películas y varios trabajos historiográficos que no paran de aumentar su leyenda. Se ha dicho en numerosas ocasiones que era lo más similar que podía haber a una estrella de rock en el siglo XVIII, ya fuera por sus caprichos, su inconformismo, el talento incomprendido o por las discrepancias con su padre. Es precisamente esto último en lo que se basa este espectáculo, a medio camino entre el concierto y el teatro epistolar. Durante unos 100 minutos asistimos a los consejos, a los reproches y a la mutua admiración que Mozart y su padre sentían el uno por el otro. Y asistimos a ello mientras la Orquesta Sinfónica del Vallès va punteando las conversaciones con sinfonías, sonatas o fragmentos operísticos que sirven para aportar magia a las palabras.
No negaremos las buenas intenciones del espectáculo, pero pienso que la mezcla de concierto y teatro acaba resultando en demasiadas ocasiones una mezcla impostada que destaca más por su didactismo que por otros motivos. El espacio donde conviven actores y músicos no ayuda a facilitar las cosas, pero es que además la dramaturgia creada por Sergi Belbel a partir de la correspondencia ya citada tiene poco margen para la sorpresa o el desarrollo dramático. Joan y Roger Pera hacen todo lo que pueden y se les pide, que no es poco. Un montaje, en definitiva, que triunfará como concierto y que convencerá a los fans incondicionales de este padre e hijo en la vida real.