A pesar de que, quizás, no es tan conocido como se merece, Solo el fin del mundo es un texto delicioso, conmovedor, profundo y también mítico por la muerte prematura de su joven autor francés en fatal consonancia con el tema principal de esta obra. Hace falta una sensibilidad y delicadeza especiales para poner en escena la propuesta de Jean-Luc Lagarce y, en este sentido, podemos decir que la gente de La Perla de esto saben bastante. El montaje dirigido por Oriol Broggi opta por elevar la historia, moverla en un tono algo etéreo que entronca con su poética y su existencialismo de forma muy orgánica pero la hace también más exigente. Así es como los actores y actrices encuentran el vehículo con el que explorar a sus personajes y sus conflictos tan melancólicos como misteriosos. La pieza consigue un poder de fascinación muy interesante a pesar de que, mantener esta intensidad durante las casi dos horas de duración, puede acabar extenuando y, por eso, se agradecen los momentos de ruptura, las discusiones más cotidianas entre hermanos y los diálogos más naturalistas y accesibles. De esta manera, Clàudia Benito i Sergi Torrecilla, especialmente, consiguen los golpes dramáticos más memorables, sumados a las entrañables intervenciones de Muntsa Alcañiz en el papel de la madre.
Respecto a la puesta en escena, Broggi vuelve a jugar con sus recursos habituales: la arena, la alfombra, poca escenografía cubierta con sábanas viejas y una iluminación íntima, entre otras cosas. El ejercicio vuelve a ser efectivo pero, teniendo en cuenta que, en este caso, no se trata de una tragedia libanesa de Mouawad, quizás habría merecido la pena intentar salir de la zona de confort. Básicamente, porque, a ratos, el texto parece pedir otro tono y un envoltorio diferente para no resultar tan denso. Y porque, a veces, no queda claro, desde fuera, si Broggi utiliza estas constantes porque son lo que mejor le funciona para cada proyecto en concreto o, simplemente, porque las ha asumido como marca personal y no le da más vueltas. En todo caso, el resultado, en esta ocasión, no es nada despreciable. Al contrario, de hecho, con este texto y reparto, logra ser, por momentos, una auténtica maravilla.