Dicen los entendidos que la historia empieza donde acaba la memoria. Probablemente, sea así, hasta el punto que, si prestamos atención, parece que, últimamente, cada vez olvidamos más deprisa y, por lo tanto, hechos no tan lejanos resultan cada vez más historia y menos memoria. Por este motivo, ejercicios de reivindicación como el espectáculo Mili KK son tan importantes, necesarios y valiosos. Dirigido con audacia por Marc Angelet, el montaje hace un repaso del movimiento pacífico de desobediencia civil que fue la insumisión en protesta contra el servicio militar obligatorio entre 1970 y 1999. La obra pone en valor, con sentido del humor pero sin caer en la banalización, la frivolidad o la ligereza, la importancia de esta protesta política que, desgraciadamente, ha sido algo silenciada y muy poco reivindicada. Con dramaturgia de Angelet junto a Jumon Erra, la pieza ordena el material documental con inteligencia narrativa, confeccionando un relato donde todas las voces tienen cabida y la tesis fluye de manera naturalmente vigorosa. Hay que decir que el trabajo de los actores es, en este caso, un elemento clave para que la propuesta funcione tan bien. Por un lado, el carisma de Francesc Cuéllar y Rafa Delacroix aporta frescura y naturalidad a la historia, mientras que Albert Lozano añade el peso y verosimilitud necesarios para transcender de manera más profunda. En este sentido, Angelet demuestra una gran habilidad para la dirección de actores, tanto como para una puesta en escena repleta de buenas ideas y recursos dinámicos y efectivos. En definitiva, se trata de una función ingeniosa, interesante y emotiva con la habilidad de saber dejar suficiente espacio para la risa, la reflexión y el rigor documental.
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