Drama desdibujado

Mario Gas: Humans

Mario Gas: Humans
04/07/2018

Una comida familiar no es nunca fácil, menos cuando se celebran fiestas señaladas. Y en Humans se nos presenta, precisamente, una escena como esta. Una familia americana de clase media-alta que celebra el día de Acción de Gracias. Unos padres, la abuela, las dos hijas y la pareja de una de ellas. El escenario es el piso nuevo de la pareja que, aprovechando la ocasión, estrenan nuevo hogar. En un principio todo parece ir perfecto. Por un lado, tenemos a los padres con sus quejas del piso, del barrio, cuestionan la idoneidad de la ubicación y de la casa elegida, como cualquier progenitor. La hija defiende a ultranza su elección y la nueva vida con su pareja. Por otro lado, está la otra hija que acaba de salir de una relación de muchos años y la abuela que, con demencia senil, no acaba de saber dónde está ni qué hace. Lo que podría haber sido una comida tranquila, acaba convirtiéndose en la explosión de reproches y secretos, creando un ambiente tenso y preocupante. ¿Quién no ha tenido una celebración así?

Aunque al principio el encaje entre los personajes que forman la familia no sucede de manera natural y fluida, a medida que la trama va avanzando nos vamos acostumbrando al histrionismo de cada uno e, incluso, eliges aquel personaje con quien te sientes más reflejado. La narración se va haciendo más amable e interesante a medida que se van conociendo las faltas afectivas de cada uno y aquello que los tiene preocupados. Con todo eso, no nos acabamos de creer a la familia como tal. Los personajes no tienen una evolución natural, sino que van saltando de un estado de ánimo a otro, muchas veces sin ser una provocación del texto, sino más bien de la falta de conexión con estos.

Candela Serrat, que interpreta a la hija acaba de salir de una relación, es, quizá, el personaje más completo y más natural. Con ella vamos descubriendo, de manera paciente y acompasada, qué la tormenta. Y Serrat se encarga de conectar con el espectador desde el principio, aunque no parezca que su personaje pueda tener la relevancia que acaba teniendo. Jordi Bosch, en momentos un genio interpretativo, en momentos sobrepasado por su personaje, no acaba de dejar satisfecho al espectador. Maife Gil nos aproxima a un personaje, la abuela, que no acaba de tener ningún tipo de sentido en toda la trama. En momentos puntuales sobresale, pero sin dar un significado distintivo en nada. Y Lluïsa Castell no acaba de encontrar el equilibrio de la madre preocupada por todo, por las hijas, su marido y la abuela. Se tiene que destacar, eso sí, a la pareja formada por Jordi Andújar y Miranda Gas, que aportan la máxima veracidad a sus personajes.

Es una historia compleja, de dramas familiares, que podría ser más contundente y potente, pero que se queda en la superficie, dejando al espectador con ganas de profundizar más en todos los frentes que se han abierto de manera rápida y fácil, y que no se han llegado, ni tan solo, a dibujar.

Esta falta de profundidad hace que la escenografía ideada para esta obra, pensada al detalle, con elementos significativos y cuidadosamente, quede en segundo plano y no acabe de reforzar lo que habría podido ser una disección de un drama familiar.

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