Ya hace años que en el teatro catalán han aparecido las realidades paralelas, los viajes cuánticos o varias versiones del multiverso. Ya no hay miedo a acercar la ciencia ficción a los escenarios, y bien es verdad que el tema en ocasiones se ha llegado a sofisticar con creces. La viatgera es una pieza pequeña, incluso modesta, dentro de este tipo de subgénero. Aun así, no podemos subestimar su encanto ni su habilidad para tenernos enganchados a unos personajes que luchan por sueños casi inabarcables.
La escritora que necesita otro éxito para seguir siendo la gran autora que todo el mundo cree; la amiga de juventud que llega para proponer un disparate; el editor que puede llegar a perder los nervios en un momento dado, etc. Tres personajes que se suman a otros de ausentes y que protagonicen esta comedia fantástica, llena de disparates y de un humor poco sutil pero muy agradecido. Solo hay que recordar el final para saber que estamos ante un despropósito ágil, descarado y divertidísimo.
Anna Barrachina vuelve a los personajes cómicos que tanto le gustan, y lo más curioso de esta ocasión es que la acompañan igual de bien dos actores menos acostumbrados a estas lides: Queralt Casasayas y Armand Villén. El resultado es un producto fresco que hace pasar un buen rato y que demuestra dos cosas: que la comedia puede adaptarse perfectamente a los nuevos tiempos y que los viajes en el tiempo ya se pueden hacer sin ninguna máquina. Un poco de imaginación… y ya lo tendríamos.