El impacto que La reina de belleza de Leenane produjo hace 20 años en Barcelona, con el montaje de Mario Gas, fue tan grande que aún hoy muchos espectadores lo recuerdan. Y es que éramos muchos los que buscábamos un teatro contemporáneo, arriesgado y poco complaciente como el que nos aportaba Martin McDonagh. Con los años han llegado más obras del autor, y no todas han suscitado el mismo interés, pero esta primera pieza de su repertorio todavía despierta inquietud y todavía sigue funcionando como el mecanismo de un reloj. La relación enfermiza entre madre e hija, el ambiente opresivo de la casa rural y la climatología inclemente, así como la débil frontera entre la cordura y la locura hacen de este texto un clásico del teatro de finales del siglo XX.
En esta primera obra ya hay muchos de los excesos que McDonagh explotaría en el futuro, pero lo cierto es que aquí se conserva un trasfondo absolutamente creíble y real que aporta, si hace falta, más dramatismo a la historia. La dirección de Julio Manrique es consciente de este hecho y, a diferencia otros montajes sobre el autor, opta por unas interpretaciones más naturalistas y por unos golpes de efecto mucho más medidos. Marta Marco y Marissa Josa se convierten en las reinas macabras de la función, siempre muy bien acompañadas por los efectivos Ernest Villegas y Enric Auquer. El decorado, muy al estilo otros de La Perla 29, acaba de proporcionar al montaje el envoltorio ideal para que todo el conjunto se convierta en uno de los éxitos más importantes de la temporada.