Un juego efectista

La partida d'escacs

La partida d’escacs
23/05/2019

Por algún motivo, parece que Zweig está de moda. No solo porque, de repente, mucha gente ha empezado a leer sus libros, sino también por las diferentes adaptaciones teatrales que se están haciendo de sus textos esta temporada como la reciente 24 hores de la vida d’una dona o la que ahora nos ocupa. Sean cuales sean los motivos, cualquier persona que haya leído al escritor austriaco sabrá que este redescubrimiento de su obra es, en cualquier caso, una buena noticia. La partida d’escacs es un montaje que se podría valorar de varias maneras pero, principalmente, su valor más destacable es la alta calidad literaria de su texto. Zweig en esta versión de Ivan Morales a partir de la dramaturgia de Anna Maria Ricart nos regala una prosa profunda y depurada que transmite maravillosamente la neurosis obsesiva que el protagonista desarrolla durante su cautiverio en manos de la Gestapo. Jordi Bosch interpreta con solvencia y oficio este difícil papel, donde los giros emocionales resultan todo un reto. Morales, un director cada vez más polifacético, ha optado, en esta ocasión, por el efectismo que, en cierto modo, devalúa la pureza del conjunto. Ritmo, música y cambios de iluminación repentinos buscan impacto, sorpresa y una inquietud forzada en el espectador cuando, probablemente, todo eso lo podría proporcionar la misma fuerza del texto. La pieza abusa demasiado de estos recursos que acaban por resultar contraproducentes. Pero, a pesar de la insistencia de esta decisión, la propuesta tiene suficientes elementos que nos permiten adentrarnos en el enfermizo universo que Zweig describió en esta novela poco antes de suicidarse, dejándonos más de una cuestión para posteriores reflexiones.

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