El año 2002 Edward Albee no tenía que demostrar nada a nadie. Había escrito algunos de los textos teatrales más memorables de su época (¿Quién tiene miedo de Virginia Woolf?, Un delicado equilibrio y Tres mujeres altas), lo habían premiado tres veces con el Pulitzer y se había ganado el respecto de críticos, público y compañeros de profesión. Y entonces va y estrena La cabra, un auténtico puñetazo en el estómago que pone patas arriba todo lo que entendemos como moralmente aceptable. Albee tenía 74 años en aquel momento, a pesar de que el texto parezca escrito por un autor novel que no tiene miedo de nada y que quiere escandalizar o provocar a los espectadores. Supongo que esto es lo que distingue a un gran autor, la voluntad de querer provocar cosas nuevas hasta el final de su carrera…
En Cataluña ya tuvimos un interesante montaje de esta obra, el que nos ofreció Josep Maria Pou en el Teatro Romea ahora hace quince años. Lo acompañaron Marta Angelat, Pau Roca y Blai Llopis, y el resultado fue un éxito a todos niveles. Tenía miedo que esta nueva versión apostara por la parte cómica de la pieza, que la tiene, y desvirtuara el drama terrible que corre por debajo como un río subterráneo… y putrefacto. Es decir, tenía miedo que se comercializara un texto que a pesar de su aspecto conservador tiene un puntito de underground. Finalmente me alegra decir que el montaje no ha perdido su parte provocativa y que ha apostado de lo lindo por un trabajo interpretativo en el que la ironía y el sarcasmo aparecen en todas sus formas. Emma Vilarasau i Jordi Bosch apuestan a fondo por el texto y corren con todos los riesgos que esto comporta. Ella asume el despecho, la ironía y la venganza de una forma casi lúdica, mientras que él pasa por diferentes estados… pero manteniendo siempre este tono de persona razonable y sensata que da un contrapunto radical a su personaje. Dos trabajos realmente admirables.
La dirección de Iván Morales creo que ha estado bastante acertada y que ha dado peso a las batallas dialécticas, construyendo en ocasiones un tipo de peleas casi coreográficas. No me ha gustado tanto la escenografía, funcional pero poco creíble, ni tampoco algunas soluciones de iluminación que no he acabado de entender. Sea como fuere, estamos ante un trabajo muy interesante y potencialmente alentador que la Covid no tendría que privar a los espectadores.