Los que hace años que seguimos a Marta Carrasco sabemos qué nos podemos encontrar cuando nos acercamos a uno de sus espectáculos. Su estilo, ya sea en gran producción o en espectáculo de pequeño formato, siempre tiene unos elementos que confluyen y que crean la marca de la casa. La peculiar e importantísima utilización de las músicas, la relación con los objetos o las telas (gasas, plásticos) o la actuación casi expresionista de sus actores/bailarines son aspectos que tampoco faltan en Jo, dona. En esta pieza -un dúo, similar al que ya hizo en 2011 en No sé sí...- recupera, sin embargo, un personaje y una historia reales. Si a principios de su carrera en solitario se fijó en la escultora Camille Claudel, aquí pone el foco en la pintora danesa Lili Elbe, la primera persona conocida que se sometió a una cirugía de cambio de sexo.
Una de las curiosidades del espectáculo es que aquí -a diferencia de Perra de nadie, donde era protagonista absoluta- Marta Carrasco se reserva un papel de observadora, casi como una directora en escena que guía al personaje principal, interpretado por el novel -y muy acertado- Albert Hurtado. Todo el rato acompañamos a Einar Wegener, que más tarde acabará convirtiéndose en Lili. Vemos sus dudas iniciales, lo acompañamos en el tránsito, vivimos su plenitud como mujer y llegamos a una muerte prematura en la cama de un hospital. Todo esto a través de escenas visualmente interesantes y potentes. Quizás he echado de menos algo más de riesgo, y algo menos de compasión por el personaje, pero en general creo que el espectáculo consigue con creces su principal objetivo: reivindicar una figura clave del colectivo LGTBI.