Competición, ética, traición... y placer teatral.

Glengarry Glen Ross

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Glengarry Glen Ross → Heartbreak Hotel
18/10/2024 - Heartbreak Hotel

Àlex Rigola nos acerca al universo de David Mamet con una adaptación muy diferente de aquel montaje que triunfó en el Teatre Lliure hace 21 años. De la impactante escenografía de entonces a un espacio escénico en formato pasillo, sólo vestido con dos taburetes, el título tachado en el suelo y una pizarra que será el eje sobre el que girará la trama. Y es que el director juega en casa y, rodeado de una incondicional audiencia ajustada al espacio, minimalista, consigue con su talento que los seis actores lleguen a ser desde el inicio auténticos gigantes.

El texto, galardonado con el Premio Pulitzer de teatro en 1984, evoca unas horas de pura tensión en la vida laboral de cuatro trabajadores de una inmobiliaria, después de que el más alto ejecutivo de la empresa decidiera de forma despiadada someterlos a una competición que pondría a prueba su eficiencia. Para resumirlo, quien consiguiera más ventas recibiría una compensación complementaria bien jugosa (un coche de lujo) y se le confiaría la comercialización de los terrenos más codiciados. Los últimos, serían despachados. Todo ello genera una serie de reacciones extremas entre los personajes para evitar el despido y alcanzar la cima en la perversa pizarra clasificatoria: engaños, asociaciones perversas, robo de documentación… Los giros de guión están a la orden del día, y la tensión se palpa en todo momento.

Respecto a la versión original, el director sitúa en escena, muy acertadamente, a dos mujeres que aportan el contrapunto necesario a la imagen ya gastada del macho sin escrúpulos. Si Miranda Gas resuelve con solvencia las complejas exigencias de un personaje-frontón, donde todo rebota y debe mantenerse firme, Sandra Monclús borda con un dominio absoluto un rol que aglutina mala leche, determinación y maquiavelismo en partes iguales. La querrías permanentemente en escena. Francesc Garrido demuestra ser un auténtico animal teatral, y domina el escenario con un estilo y personalidad que seducen. Como ocurre, de hecho, con Pep Ambrós. Consigue que te lo creas tanto, que desconfiarías de él incluso fuera del teatro. El precio de ponerse en el papel, supongo. El talento de este elenco es descomunal, y lo ponen entero al servicio de un guión que atrapa de principio a fin. Y todo ello, sin desmerecer la actuación de Andrés Herrera, un outsider de la empresa destinado al papel de figurante en la lista de ventas. Àlex Fons completa el conjunto de forma discreta y, pese a su corrección, es quizás el único punto que el espectáculo no acaba de resolver. Quizá por su indefinición como personaje. O quizás porque a su lado todos los personajes están exageradamente definidos.

La interpretación y puesta en escena son excelentes, inmejorables. Será, sin duda, uno de los espectáculos de la temporada. Y lo será por un mérito que a veces se da por supuesto, pero que, entre músicas, escenografías y grandes ecos comerciales (vender, vender, vender… ¿a qué me suena todo esto?), no siempre termina en la primera posición de la pizarra: es puro teatro.

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