El momento de Queralt Casasayas

Fàtima

Fàtima
09/10/2022

La actividad teatral de Jordi Prat i Coll es inacabable y muy variada. Tanto lo vemos dirigiendo textos ajenos (La Rambla de les Floristes o Vespres de la Beata Verge) como propios (M’hauríeu d’haver pagat), o bien al frente de musicales de pequeño formato (Guillermotta o Requiem for Evita). Desde hace unos años, somos muchos los que seguimos sus estrenos -ya sea en el TNC o en salas de proximidad-, tanto por la calidad de los resultados como por la excelente dirección de actores, auténtica marca de la casa.

Fàtima vuelve a ser un texto propio, y ya distinguimos en él el estilo que le hemos visto más recientemente. La obra nos traslada a la parte más oscura del barrio del Raval, o de cualquier otro barrio donde se juntan personajes al margen de la sociedad: indigentes, prostitutas, pequeños traficantes, gente que busca satisfacer sus instintos más íntimos, etc. Es decir, lo que antes se le llamaban bajos fondos o lumpen. Una parte de la sociedad que la misma sociedad acaba desahuciando, o bien esconde bajo la alfombra. Prat i Coll utiliza el personaje de Fàtima para hacer un recorrido por los infiernos, siempre bajo una pátina de poesía o lirismo que a veces nos da momentos bellísimos y a otros nos saca de la historia por no encajar con lo que se nos muestra. Cuesta escuchar a estos personajes disertando sobre la vida con largos monólogos y con un lenguaje que nada tiene que ver con el real, pero si uno entra en la propuesta puede llegar a disfrutar mucho.

Uno de los aciertos del espectáculo es que también hay notas de humor, como toda la escena final con la compañera de piso y el policía. De hecho, hay parte de ese humor salpicando toda la pieza, cosa que ayuda a sacar hierro a un argumento que a ratos se vuelve excesivamente denso y que para algunos espectadores puede llegar a ser, incluso, desagradable. Un pequeño desahogo en medio de una trama oscura y desesperanzadora.

Ahora bien, de todo lo que podamos decir sobre Fàtima hay una cuestión que destaca por encima de todo. Hablamos del trabajo que hace Queralt Casasayas (Fairfly o Una gossa en un descampat) en el rol principal de la pieza. Desde su primer parlamento ya casi no dejará el escenario, y la fuerza de su personaje irá creciendo y ocupando un recuerdo importante en nuestra memoria. Se trata de un personaje extremo, fascinante, al que ella le vuelca toda la energía y toda la entrega de la que es capaz. Junto a Casasayas, un buen plantel de actores y actrices que también tiene sus momentos aislados para destacar y convencer.

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