Esta fábula oriental de Stefan Zweig nos traslada a la India, donde un guerrero fiel a su rey llamado Virata, busca liberarse de la culpa que le persigue desde que asesinó a su hermano sin querer.
¿Es posible ser libre viviendo en comunidad? ¿Existe la verdadera justicia? ¿Cómo librarse de la culpa? Dicen que un buen personaje es aquel que duda, que se cuestiona sus actos, y el héroe de esta historia no para de hacerlo. En la búsqueda de la redención de su culpa irá viajando desde la acción total (la lucha de un guerrero) hasta la inacción absoluta (la contemplación del asceta). Sin embargo, la inacción es ya un tipo de acción, ya que la mera existencia silenciosa y estática también genera unas consecuencias de las que somos responsables. Así, Virata descubrirá que la única forma de vivir sin culpa es librarse de la propia voluntad, por lo que la verdadera libertad está en servir al otro, en serle útil.
La puesta en escena es sobria, sencilla y tremendamente efectiva. Los dos actores en escena, Óscar Muñoz y Xavier Ripoll, al mando de la reconocible dirección de Oriol Broggi, van alternando la narración y la interpretación sirviendo este cuento con una delicadeza que nos atrapa. Además, los arreglos musicales en directo de Marc Serra, el juego de luces y sombras de Pep Bracons, incluso algunas pequeñas proyecciones contribuyen a crear este ambiente tan íntimo como cálido.
En definitiva, la perla 29 nos hace este homenaje reestrenando su obra fundacional 20 años más tarde, siguiendo con su línea humanista, con un texto precioso y una dirección impecable a la que ya nos tienen acostumbrados.