Con una premisa divertida e interesante, que se va desdibujando a medida que avanza la trama, esta propuesta con texto de Andreu Rifé se muestra de una manera desigual.
Se nos presenta la historia de dos hermanos bien diferentes, uno artista y de personalidad sensible (Adam) y otro boxeados y con carácter fuerte (Santi). Todo empieza cuando la pareja de Santi, la Carol, se prepara para abandonarlo mientras duerme para irse con Adama, con quien tiene una aventura desde hace un año. Pero el artista no acaba de verlo claro y se echa para atrás. Mientras la Carol se hace a la idea, Santi tiene un accidente que lo deja en coma. Y aquí entra la madre de los hermanos, que se meterá en la vida de todos.
Con un inicio que no se sabe bien hacia dónde va, el texto y la narración van cogiendo fuerzas y aumenta el interés por saber qué pasará y hacia dónde irán los personajes. Pero, con el lio de la trama, parece que se pierda el hilo sobre cuál es el mensaje que se quiere transmitir, cuál es la auténtica historia que se quiere explicar. Y aquí, el/la espectador/a desconecta a ratos. Los personajes, el guion y algunas escenas son divertidas y arrancan más de una risa, pero otras quedan en una suspensión y no acaban de funcionar.
Dicho esto, la escenografía funciona y el montaje tiene un cuidado especial para todo el bloque audiovisual: desde los sonidos y las músicas, pasando por la iluminación o las descripciones de los actos. De hecho, este último aspecto es uno de los toques más interesantes en cuanto a lenguaje escenográfico, un punto divertido de contextualización, con un guiño a la tradición teatral, que realmente funciona.
Aunque el texto no acabe de estar ligado, sí que es necesario destacar la evolución de los personajes y el trabajo para elaborar unos papeles completos y redondos. De las interpretaciones, tengo que destacar la de Àngels Bassas por la proximidad, realidad y franqueza que muestra en cada momento. Cuando ella o, más bien, Carol habla, el resto queda automáticamente en segundo plano. Atrae y atrapa con sus maneras cotidiana y su hablar llano (y a veces basto).
Se trata de una obra divertida, pero llena de altos y bajos, donde el público no se acaba de involucrar del todo y esto hace que, a veces, se mire el reloj. Mal augurio.