Todas las poblaciones tienen historias conocidas por todo el mundo, algunas escondidas bajo el secreto y la culpabilidad de las personas que las conocen o han sido partícipes. Relatos y situaciones que, habiéndose normalizado en el pasado, solo causan vergüenza al presente y a la gente que no las ha condenado. Estas historias marcan las comunidades y su talante, así como también provocan dolor y fantasmas para toda la vida.
Con esta obra Josep Maria Miró pone el foco en un pequeño pueblo de montaña que se trastoca ante la revisión de unos hechos ocurridos en el pasado, de aquellos que nadie habla para no hacerlos más reales, pero que persiguen a la mente y los recuerdos de todos/as. Podría ser cualquiera el detonante de este trastoque, en esta ocasión es la celebración de un homenaje a unas personas que ya no están en el pueblo.
Texto complejo y profundo que necesita ser escuchado y entendido, por eso se adecua bien la sobriedad del montaje y el cuidado en las palabras, los movimientos y las interacciones entre los personajes. Aunque es cierto que hay una cierta revisión permanente de los mismos pasajes desde puntos de vista diferentes que, a veces funcionan, pero se hacen un poco repetitivos para la espectadora.
Las interpretaciones se adecúan a la narrativa del relato, profundizando o ralentizándose según las necesidades, donde Joan Negrié es un excelente narrador omnisciente, un papel que combina tomando parte en algunos momentos como personaje clave.
Una producción que abre la caja de los truenos poco a poco, creando un clima espeso y envuelto por el miedo, a los otros y a quién es cada uno/a en realidad.