No es habitual ver adaptaciones teatrales de novelas en nuestros escenarios. Si el autor del texto, además, es Dostoievski y quien lo lleva a escena, una compañía emergente, la cosa resulta todavía más insólita y, por lo tanto, interesante. En realidad, hace tiempo que los integrantes de la Ignífiga han demostrado un interés especial por adaptar textos de una gran complejidad, aportando una madurez y una inquietud artísticas al circuito independiente realmente dignas de elogio. Por este camino de vocación experimental, han pasado textos del holandés Peer Wittenbols, Chéjov o el escritor alemán Heinrich VonKleist, siempre bajo la dirección del brillando Pau Masaló. En el caso que nos ocupa, podemos observar algunos de los rasgos diferenciales del grupo que empiezan a ser ya también sus mejores cualidades: una estética rompedora, una ágil puesta en escena y un intento de transmitir de forma visual y emocional toda la intelectualidad de la historia. El jugador consigue hacer un ejercicio fresco y dinámico sobre el sentido de la vida, con referencias a la Europa actual, espacio para el sentido del humor y un reparto efectivo y carismático. Destaca, en esta ocasión, la incorporación de una veterana actriz como Saskia Giró cuya verdad interpretativa resulta impagable. Quizás el conjunto no es perfecto y algunos fragmentos funcionan mejor que otros, tanto por contenido como por intensidad, pero se tiene que reconocer el gran mérito de hacer una lectura irónica de un material como éste sin caer en la parodia ni banalizarlo, manteniendo, además, su espíritu y su mensaje. En este sentido, no es la primera vez y esperamos que no sea la última que nos ofrecen un producto de estas características… porque es un verdadero placer.
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