Felipe Cabezas se sirve de este clásico de Shakespeare como punto de partida para rendir homenaje al teatro de juglares y bufones. Poner en escena a tal cantidad de personajes con un único actor no es tarea fácil, pero gracias a su preciso control físico y vocal acompañado por un inmejorable trabajo de máscaras, Cabezas lo consigue mostrando un gran dominio del juego teatral.
Partiendo del punto de vista del bufón, el autor revisita este clásico en clave de humor y con varias capas narrativas entre las que este carismático personaje transita con facilidad. Desde un bufón de corte real a principios del siglo XVII hasta un actor de calle que se busca la vida en el Raval actual. Aunque esta segunda trama parece no desarrollarse del todo, sirve para denunciar la precariedad del sector teatral actual, mensaje más que oportuno para los tiempos que corren. El bufón romperá la cuarta pared más de una vez para hacer alguna que otra similitud entre las injusticias que se vivían en su época y la actual. Al fin y al cabo, parece que las miserias humanas son atemporales, pero sin duda resultan mucho más llevaderas con un bufón al lado.
Cabe resaltar momentos de gran intimidad como el desmaquillarse del bufón, u otros hilarantes como el cuadro en el que el actor analiza la escena que él mismo ha escrito al mismo tiempo que la representa, posiblemente uno de los momentos más ingeniosos y cómicos de la obra.
En definitiva, una buena oportunidad para disfrutar del teatro de bufones con un fuerte componente de comedia metateatral y denuncia social. Aunque no apta para los que esperen una adaptación fidedigna de la obra clásica.