Lo primero que habría que plantearnos es si era necesario ver qué pasó con Nora, profundizar en la historia de uno de los personajes femeninos más populares del teatro. No es la primera vez que alguien tiene esta tentación, pero sí es la primera que sitúa la historia veinte años después y desarrolla todos los personajes relevantes de la obra original bajo esta premisa. De hecho, el resultado que consigue el autor norteamericano Lucas Hnath es es realmente meritorio, puesto que profundiza en las razones de Nora, en su feminismo y en su defensa de la libertad personal, pero también en las contradicciones que todo esto puede conllevar. Los razonamientos de los otros personajes -la nodriza conservadora, el marido dolido o la hija interesada- sientan las bases de un diálogo a cuatro bandas que acaba siendo bastante enriquecedor. Quizás un poco largo y discursivo, pero rico y revelador.
La dirección de actores es lo mejor de la función. Lo que consigue Sílvia Munt de los cuatro intérpretes es justo lo que hacía falta; nada más y nada menos, puesto que a la solvencia y gran profesionalidad de Emma Vilarasau y Ramon Madaula se añade la eficacia innegable de Isabel Rocatti y Júlia Truyol. Lo que sí que podríamos reprocharle a Munt es que deje fuera de escena la puerta de la casa -quizás la puerta teatral más famosa de todos los tiempos- y que opte por una escenografía y una estética excesivamente minimalistas. Entiendo la intención y valoro la elegancia de la sobriedad, pero creo que había opciones similares con las que no hacía falta convertir la casa de los Helmer en una especie de tanatorio sin alma.