Bruels es una historia rural que reflexiona sobre el pasado y la memoria. Ubicado en un Empordà idílico, como si de los ojos de un niño lo viéramos, relata la historia de una casa y sus habitantes. Este relato que se cuenta en tercera persona se intercala con pasajes relatados en primera persona por los cuatro intérpretes en escena, hasta llegar a un interesante giro final.
Apuesta por la construcción de una atmósfera delicada, relajada y un tanto melancólica. El uso del vídeo en escena y el espacio lumínico destacan en esta construcción, dándole un tratamiento visual muy interesante. La interpretación de los actores, o más bien su intervención ya que se representan a ellos mismos, le da a la pieza un punto de cotidianidad, buscando la complicidad del público.
De este modo Oriol Morales i Pujolar construye una especie de Twin Peaks catalán donde todo parece estar en calma pero al mismo tiempo en peligro. Pero más allá de la creación de esta cautivante atmósfera el relato parece no transcender mucho más allá, quedándose en una anécdota curiosa que parecía llevarnos a otro lado. En definitiva, una buena puesta en escena que flaquea a nivel narrativo.