Cómo teatralizar un discurso

Blanca Portillo: Silencio

Blanca Portillo: Silencio
23/10/2022

El año 2019 el dramaturgo Juan Mayorga entró a formar parte de la Real Academia de la Lengua Española, y lo hizo con el obligado discurso de ingreso. Aquel discurso, que versaba sobre la importancia del silencio en el teatro, se ha reconvertido ahora en un espectáculo que ha tenido gran éxito en Madrid y que ya ha agotado las entradas en el TNC. Teatralizar un discurso o recrear la teatralidad de la situación (Informe para una academia, de Kafka, sin ir más lejos) siempre parece una tarea imposible, pero al final los resultados pueden ser sorprendentes.

Mayorga ha utilizado su texto, pero le ha dado completamente la vuelta al hacer que una actriz se haga pasar por él. Este artificio, esta pequeña trampa, ya nos acerca más a la teatralidad… pero además el autor introduce el humor y una mirada irónica –y escéptica- sobre sus propias palabras. Unas palabras sabias, elocuentes y, en ocasiones, incomprensibles, como muy bien apunta la actriz cuando ya se ha quitado la careta y afronta su propio discurso, más próximo a los ejemplos teatrales y a las escenas reales. Una filigrana que no se podría realizar si no se tiene al frente a una actriz todoterreno, de aquellas que solo con la presencia pueden llenar todos los silencios.

Blanca Portillo aparece en escena como un personaje de otra época, como una especie de Buster Keaton o cualquier otro actor del cine mudo (interesante decisión). Durante unos momentos, el silencio impera en la escena… pero enseguida un torrente de palabras empieza a invadirlo todo. La capacidad de la actriz para dotar de humanidad a un discurso de cariz lingüístico es realmente prodigiosa, pero también lo es su utilización de la voz y del gesto preciso, así como la versatilidad a la hora de cambiar de registros y personajes. Ver a la Portillo pasar por Antígona, por Creonte, por Bernarda Alba, Sancho Panza, el Gran Inquisidor o Hamlet es de aquellos placeres que nunca querrías que acabaran. Es como ir al concierto de tu intérprete favorito y que cante todos los grandes éxitos.

No se puede negar que el espectáculo se alarga en exceso y que le hubiera venido bien un recorte. Tampoco se puede negar que habrá público que igual no busca que le hagan una disertación sobre el silencio. Pero, sea como sea, tampoco se puede negar la calidad global del montaje, en el que la iluminación y los efectos sonoros acaban teniendo una importancia que en un principio el espectador no espera.

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