Recordar muchos momentos de la vida es una tarea complicada, especialmente a medida que el tiempo pasa. La visión de aquello que fue se comienza a desvanecer y los detalles se confunden y se substituyen muchas veces por deseos. Si en medio de toda esta búsqueda por la memoria se introduce la pasión, el amor y el dolor, la tendencia a cambiar la narrativa aumenta con el paso del tiempo.
Una sobremesa encima del escenario donde tres personajes, Max, Feli y Lil recomponen el relato de su relación. ¿Cómo empezó todo? ¿Quién sintió qué? ¿Cuáles fueron las reacciones en cada momento?
Max y Feli recuerdan cuando se casaron poco tiempo después de empezar a salir juntos. Feli también recuerda cómo se enamoró de Lil, una chica que no pasaba más de una noche con alguien. Feli quiere a Max, pero no quiere olvidar a Lil, y esta no saben bien qué espera de su vida ni de las relaciones.
La pasión, el dolor y la decepción están latentes, en la historia y en cada paso y gesto en el escenario. En este repaso por la memoria, los personajes reconstruyen situaciones y emociones que vuelven a estar a flor de piel. Las cicatrices de sus acciones no han acabado de curar y el rencor y la desconfianza salen a cada paso que dan.
El objetivo del texto es mostrar cómo la generación actual lucha para deconstruir la visión tradicional del amor y ampliar el espectro con nuevas formas de relaciones personales. La idea es saber navegar por el amor líquido que abre un mundo infinito de posibilidades. Aunque esta idea queda plasmada en la obra, la verdad es que la narración se diluye en muchos momentos, dejando a la espectadora perdida sin saber hacia donde va la historia o cuáles son los elementos en que se sustenta. Quedan muchos interrogantes y flecos descolgados que no ayudan a construir bien el relato. Hay una confusión en el contexto general del texto que deja desconcertado al público.
Georgina Latre, Òscar Castellví y Maria Bosom hace un trabajo excelente de interpretación. Latre muestra una Lil perdida y pasional que no acaba de descubrir qué espera de la vida, y se convierte en un reflejo de la situación de muchas personas que buscan su sitio en la sociedad y en el mundo. En su desesperación por encontrar respuestas a su inquietud, se ve dolor y tristeza y Latre lo transmite visceralmente con una precisión increíble. Castellví es el miedo hecho persona en los gestos de Max, su cuerpo habla cuando las palabras no llegan a más gritando para conseguir el amor que anhela, incluso, si tiene que aceptar unos términos que no comprende. Bosom es Feli, el nexo entre las dos personas a las que quiere. Su incertidumbre se traslada a los ojos de la intérprete que va escudriñando cada interpelación con Lil para descubrir qué quiere, qué espera de la vida. Al mismo tiempo, Bosom se transforma en la ternura que reconforta a Max y le promete que habrá felicidad en su futuro. Aún y con el trabajo de Bosom, el personaje de Feli es el más flojo, su apatía genérica no consigue implicar a la espectadora en su narración. No hay una visión clara del personaje, ni de su motivación, dejando desdibujado un relato que podría haber sido muy interesante.
La puesta en escena es detallada y acompaña al desgaste emocional de su producción. Es una obra interesante, pero que deja sin exprimir todo su potencial.