Recuperar Àngels a Amèrica después de 22 años, y hacerlo en su totalidad -aunque sea de forma abreviada-, era una deuda pendiente y casi una obligación. El texto de Tony Kushner es una obra descomunal, enorme, una auténtica cumbre de la dramaturgia de finales del siglo XX. En este díptico se hace una radiografía de los Estados Unidos de la era Reagan, tocando temas como el SIDA, las luchas de poder, el ascenso de los yuppies, la mezcla de religiones o la amenaza del conservadurismo más extremo, que en realidad estaba preparando el camino a empresarios como Donald Trump. Un fresco muy conseguido de una época que, en algunos aspectos, se asemeja bastante a la actual…
En Barcelona disfrutamos de un primer acercamiento a este gran díptico, y fue precisamente en la Sala Tallers del TNC, cuando el teatro todavía no estaba a punto para el estreno. Flotats nos brindó la oportunidad de conocer a Kushner, cosa que siempre le agradeceré, y consiguió un reparto que hoy todavía resulta insuperable: Pou, Madaula, Orella, Arquillué, Munt, Carulla, Borràs… Si a esto sumamos la brillante idea escenográfica de convertir el escenario en una réplica del cementerio judío de Praga, podríamos decir que el listón estaba muy alto y el reto del Lliure tenía que competir de entrada con un referente que forma parte de la historia de nuestro teatro. Aún así, se tenía que hacer… y el resultado ha sido más que satisfactorio, a pesar de que se haya visto rodeado por la polémica (actualmente es casi obligado tener polémica para conseguir una cierta notoriedad) y haya tenido algunos pequeños desajustes que ahora paso a desgranar.
Vaya por adelantado que la dirección de David Selvas me parece la más madura y redonda que le he visto hasta el momento. Sabe como dotar de ritmo y nervio una obra dramatúrgicamente muy compleja, consigue resolver muy bien algunas escenas e integra perfectamente las nuevas tecnologías a una propuesta moderna y actual… pero también tengo que decir que ha tenido algunos errores de casting (la mayoría de actores de La Kompanyia Lliure no tienen la edad adecuada por sus personajes) y que a veces abusa del uso de la música y los efectos. La polémica del actor negro la dejaremos aparte, porque creo que ya se ha hablado bastante y todo el mundo ha podido decir la suya..
Pero ya sea con pequeños desajustes, o con alguna injusta comparación con la representación del 1996, el espectáculo funciona y convence. La escenografía es muy interesante, las apariciones del ángel resultan espectaculares y los recursos del teatro brillan en una obra que realmente los necesitaba. Tampoco puedo dejar de mencionar las grandes interpretaciones de Pere Arquillué -ahora en el rol de Roy Cohn- y Vicky Peña; la más que convincente interpretación de Joan Amargós en el exigente papel de Prior Walter, y la esforzada actuación del resto del reparto. Es cierto que a algunos actores los personajes les van un poco grandes, pero hay que decir que se esfuerzan de lo lindo para ir ajustando la medida… cada día algo más. En definitiva, un espectáculo que quizás no ha superado expectativas pero que ha sido muy dignamente representado, sobre todo teniendo en cuenta la complicación y la magnitud del proyecto inicial.