Esta obra nace con la voluntad de ser una pieza de género. Su intención es conseguir una obra de terror autóctona, basada en leyendas y tradiciones ancestrales, pero ligándola con hechos más realistas como la maternidad o la violencia machista. El resultado es un texto bien trabado y mejor escrito –Casanovas nunca defrauda- que nos hace pasar un buen rato y que anuncia el comienzo de una trilogía de terror catalán.
Ya cuando entramos en la sala nos encontramos con un decorado que parece empotrado entre el público. Los espectadores y espectadoras están cerca de las actrices y del espacio escénico, lo que hace crecer la implicación y también el suspense. A partir de ahí la situación fluctúa entre drama, misterio e incluso comedia, pero siempre con un poso de secretos y malas sensaciones que nos hacen temer lo peor. Todo ello nos llevará hacia un final tremendista y potente que quizá no sea lo mejor de la pieza, pero que remata bien la jugada. Yo me quedo con la escena del parto y todos sus preparativos, que me parecieron de una valentía escénica muy contundente.
Ni que decir tiene que la veterana Mercè Pons (aquí en un rol que no le conocíamos) brilla durante toda la pieza, pero a su lado Meritxell Yanes y Cristina Arenas bordan sus difíciles y divertidos personajes y acaban consiguiendo uno de los repartos más cohesionados de la temporada. En definitiva, un divertimento al que le deseo todo lo mejor… porque se lo merece y porque vuelve a demostrar las ganas de jugar de Casanovas. ¡Esperamos fervientemente la segunda parte de la trilogía!