El trabajo de circo que se está haciendo en el Ateneu Popular Nou Barris es un fenómeno que tarde o temprano merecerá una atención mucho más grande que la que se le está dando. El Ateneu se está convirtiendo en una fuente inagotable de vocaciones, aficionados y espectadores potenciales. Dicho esto, justo es decir que ya se han celebrado 21 ediciones de su Circ d’Hivern, que cada vez se alarga más en el tiempo y que esta vez ha llegado hasta el verano del Grec. Invisibles es un montaje que quiere hablar de los refugiados, pero sobre todo de la gente que se ve obligada a huir, quizás de una guerra o del hambre, pero quizás también de elementos más intangibles que pueden afectar a cualquiera. Al menos esta es la premisa, puesto que en el escenario sólo hay momentos -como por ejemplo el inicio un poco naïf- que nos lo van recordando… o mejor dicho, apuntando.
El resultado final de Invisibles es competente y de una calidad -tanto circense cómo musical- bastante alta. La sensación que deja, en cambio, es que faltan cosas… Tiene una duración de 60 minutos, y encima tenemos que descontar los que dedican al montaje o desmontaje de aparatos, así como algún tiempo muerto que no aporta nada al espectáculo. Los números de circo, por lo tanto, se ven reducidos a cuatro o cinco, y la progresión natural de este tipo de espectáculos hacia números de más riesgo tampoco es la más acertada. De todas formas, hay que destacar el magnífico número de trapecio o el ejercicio final en el cuadrante ruso. La escalera de equilibrios también aporta cierta originalidad, y la parte visual va dejando -aquí y allá- algunas bonitas estampas… a pesar de que demasiado aisladas para mi gusto.