Roger Bernat y la compañía FFF, en colaboración amb ITTeatre, presentan FLAM, su última creación.
Todo comenzó con una conversación. Dos actrices acusaban Roger Bernat, alma de la compañía FFF y autor de una serie de piezas que no conceden el protagonismo ni actores ni actrices sino al mismo público, de hacer un teatro frío y sin emociones. Consideraban que, tanto los espectadores como los intérpretes, no sólo necesitan encontrar emoción en el hecho teatral, sino que dependen. De aquí que Bernat decide crear un montaje hecho únicamente de este material: de emociones, o más exactamente de emociones encontradas (como los ready made de Marcel Duchamp), que no se tuvieran que buscar mediante una historia o unos personajes , sino que pasara exactamente lo contrario: que la historia, si acaso, se buscara como resultado secundario de un efecto. La propuesta escénica de FLAM toma la forma de una partitura “exclamativa”, donde, sin justificación y sin un contexto moral que lo apruebe o desapruebe, unos profesionales de la emoción, actores y actrices, lloran y ríen, como si fuéramos ante una de aquellas obras del videoartista Bill Viola donde un grupo de personajes expresan una sinfonía de emociones a cámara lenta.
No es de extrañar que FFF haya decidido esta vez poner la tecnología teatral de las emociones en su punto de mira, porque la evolución de la risa y el llanto en las artes en general y en las artes escénicas en particular dice mucho sobre la historia de una humanidad que lo ha convertido todo en dispositivo consensual: desde el culto al sufrimiento propio del cristianismo hasta la idealización de la figura del payaso; desde el turning point afectivo del sueño de indignación y emancipación hasta un tiempo, el actual, en el que también la política del marketing y el marketing de la política se apoyan en las emociones.