Michael Fabiano, como inocente Des Grieux, y Nadine Sierra, como chispeante Manon, son la pareja protagonista, que será acompañada desde el podio por Marc Minkowski. Trío de ases para recuperar este paradigma de la ópera francesa.
Sinopsis
En 1731, cuando el abad Antoine-François Prévost escribió L’histoire du chevalier des Grieux et de Manon Lescaut, poco imaginaba que serviría de inspiración para la creación de una serie de piezas líricas de compositores como Auber, Massenet o Puccini. En su partitura, Jules Massenet nos presenta el retrato de una época: la Regencia francesa, que vio el crepúsculo de un mundo envejecido e incapaz de adaptarse, y el aparente nacimiento de una nueva sociedad con abundantes promesas de libertad. Manon es un personaje complejo a medio camino entre estos dos mundos: escapando del convento para abrazar los caminos del deseo y la transgresión, acaba arrojándose al vacío en una relación de amor apasionada, pero también autodestructiva con Des Grieux. Un precioso paréntesis que sólo se abre brevemente para encerrarse dolorosamente.
El director Olivier Py, en su aclamada producción para el Grand Théâtre de Ginebra, se libra de las trampas históricas de los años libertinos del siglo XVIII, para asociarla a unas imágenes memorables de burdeles sórdidos llevados a la vulgaridad más ordinaria. Con una imagen imposible de borrar: un Des Grieux encontrando a Manon agotada que se engalana de joyas impotentes a la hora de volver a la felicidad y dar sentido a una vida.
A partir de una novela moralizadora, Massenet estrena en la Opéra-Comique en 1884, una obra con una música seductora y espontánea que acabará por conmover al espectador, haciendo perdonar la amoralidad de los protagonistas en su camino tortuoso. Manon, que aspira por encima de todo al lujo y comodidad, se conducirá a la traición ya la prostitución. Su deportación a Luisiana y posterior muerte en los brazos del impotente y arrepentido Des Grieux es aleccionadora. Desde una visión misógina, por su fuerza y su manera de encarnar el mal y la perdición, se ha convertido en un mito literario a la altura de una serie de mujeres como Cleopatra, Eva, Salomé, Carmen o Lulú.