La norma de l’extinció

La Norma de la Extinció es un cóctel de ilusión, trabajo bien hecho, riesgo, exploración teatral y acierto. Una bebida que pasa suave pero con matices suficientes para poderlos saborear. La obra original de Chéjov (Platónov) es sacudida con tal destreza que conserva todo el aroma y el alma. El ritmo es constante y se sirve con pequeñas dosis de genialidad.

Los personajes viven una noche loca llena de alcohol, amor, encuentros inesperados y decisiones difíciles. Son jóvenes y lo pasan bien (muy bien) pero el futuro rápidamente deviene presente y esquivarlo se hace imposible.

A pesar de la duración, no empalaga ni emborracha. Hecha por una compañía joven que seguro que conseguirá, entre sus espectadores, unos cuantos adictos.

La norma de l’extinció se basa en un texto poco conocido del dramaturgo ruso Antón Chéjov escrito cuando este solo tenía dieciocho años. La Companyia Ignífuga lo rescata y lo adapta para hablarnos de una generación que nos resulta muy cercana: Los hijos de unos padres que lo tuvieron todo que se encuentran con un mundo que no es el que les habían prometido.

Los personajes de La norma de l’extinció son jóvenes y apasionados, ven el mundo con lucidez pero también con cierto pesimismo, quieren disfrutar de la vida y soñar con el futuro pero no pueden evitar sentirse atrapados en el entorno. Situaciones y emociones con las que nos podemos identificar como público y que el montaje nos presenta sin histrionismos. Un texto intenso, actual y pertinente que llega de la mano de una compañía joven que sorprende por su altísimo nivel.

Una dirección impecable, unas interpretaciones magníficas y una puesta en escena moderna, original y muy acertada convierten La norma de l’extinció en una de esas joyas que aparecen de vez en cuando en la cartelera. Un montaje que no os podéis perder.

Más información (en catalán)

La Norma de la Extinción es una adaptación contemporánea de la obra Platonov de Anton Chéjov, que hace la joven compañía Ignífuga el Círcol Maldà. La idea y dirección es de Pablo Masala, uno de los mismos integrantes del reparto de la obra. El espacio escénico es un salón de una finca donde se está celebrando una fiesta; por la manera de vestir de los jóvenes, la podemos situar en el S XX. En medio de la sala hay una mesa giratoria que dará mucho juego durante la función y a un lado un músico (Gerard Nelo, que nada más comenzar nos tocó un trozo de Summertime con la guitarra) y un radiocasete servirá para introducir los efectos sonoros en el transcurso de la función.

Son un grupo de siete jóvenes aparentemente sin preocupaciones ni responsabilidades que sólo piensan en divertirse y vivir el momento. Platonov (Aleix Melé) es el protagonista principal de esta historia; un hombre que seduce a las tres figuras femeninas de este drama (su mujer, su amante y su mejor amiga). Pero toda esta felicidad va cambiando conforme avanza la historia y el final se convierte en una gran tragedia.

Personalmente me gustaron mucho todas las interpretaciones, pero me gustaría destacar las de en Aleix Melé en el papel de Platonov y Julia Rodón en el papel de Anna Petrovna (la anfitriona de la fiesta), porque son los personajes que más me transmitieron. Sólo os queda hoy para ir a verla!!!

Aun encontrándose entre sus textos menos conocidos y menos representados, Platonov es una muy interesante obra de juventud del dramaturgo ruso Anton Chéjov. La pieza, escrita cuando tenía 18 años, ya contiene algunos de los rasgos dramáticos que lo convirtieron en una figura fundamental del teatro naturalista. El dolor de la propia existencia en contraposición a los placeres de la vida son los dos extremos que, en este caso, sostienen esta historia trepidante adaptada y dirigida por Pau Masala. La norma de la extinción (tal como la ha rebautizado) es una verdadera fiesta juvenil con música en directo, baile, bebidas, juegos, gritos, bromas y diversión desenfrenada que contrasta con los miedos internos del protagonista y el resto de los invitados. Al servicio de la historia, Masala ha creado un submundo con todo lo que le faltaba a Fam oculta (el anterior montaje de la compañía): riesgo, personalidad y recursos auténticamente espontáneos. Desgraciadamente, la explosión con que comienza el espectáculo (rozando la perfección) desmerece involuntariamente la segunda parte de la obra que requiere escenas más intimistas. Este último tramo del relato, pues, viniendo de un huracán de sensaciones puede resultar insípido (aunque no serlo realmente). Sin embargo, más adelante la tensión vuelve a remontar para cerrar la función con una contundencia a la altura del inicio. Este ritmo y energía tiene mucho que ver con las ganas que ponen los actores y las actrices, espléndidos en su entrega total, aunque a nivel interpretativo destaquen más los chicos, especialmente, un fantástico Aleix Melé y los carismáticos Eduard Autonell y Toni Guillemat.