Un espectáculo que hace crecer las expectativas del público y borra las fronteras entre el éxito y el fracaso de una representación, al sugerir que el teatro es comunidad, tanto en el escenario como fuera. Un tour de force entretenido y realmente radical.
Sinopsis
¿Habéis estado alguna vez en una de esas galas en las que los artistas, a menudo aficionados, comparecen ante el público para mostrar lo que saben hacer? Pues esta misma estructura es la de este montaje coreográfico, una nueva ocasión que Jérôme Bel aprovecha para seguir deconstruyendo, como en propuestas anteriores, la representación institucional de la danza. Tras Disabled Theater, una pieza representada por una troupe de actores que sufrían alguna discapacidad mental, y de Cour d’honneur, que ponía en el centro de la escena a un grupo de espectadores, Gala vuelve a partir de una misma cuestión: ¿Cómo llevar al campo de la representación escénica a individuos y cuerpos que a menudo son automáticamente descartados para esa función? ¿Cómo podemos usar mejor los recursos de este aparato único, el teatro –con sus códigos, escenarios, géneros y profesionales– para ensanchar el perímetro de lo que puede ser mostrado? No se trata de juzgar las diferentes actuaciones, sino de darse cuenta de cómo el bagaje cultural de cada persona propicia una relación singular con este deseo de algo más que representa la danza.
Un workshop organizado en las afueras de París fue la semilla de este espectáculo, que devuelve al movimiento su condición política y social y pone de relieve el carácter intuitivo y natural de la danza como mecanismo de expresión de los cuerpos, más allá del arte, del virtuosismo y de las técnicas con que a menudo lo identificamos.