Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce

Admitámoslo: de una manera u otra, todos hemos deseado alguna vez mandar todo a la mierda.
Desprendernos de las convenciones sociales, enviar el jefe donde se merece, olvidarnos de las obligaciones, vivir con lo puesto y pasarnos el día haciendo el loco o encerrados en un apartamento con aquella persona que nos vuelve locos. Abandonarnos a una vida de paraísos artificiales, como los bohemios parisinos, sin consecuencias ni preocupaciones.

Y hay un placer extraño en dejarse llevar por la historia de alguien que vive así, y cuando Ángel y Ana lo hacen, interpretados con tanta energía por Nao y Claudia, es como si nos liberaran un poco a nosotros mismos de nuestra realidad. La luz, los micrófonos, la música alta y los audiovisuales hacen de psicotrópicos indispensables (y efectivos) para entrar nosotros también en su viaje narrativo, contemplar la autodestrucción y mirar a los ojos ese abismo por lo que no nos tiramos pero que tanto nos atrae.

Finalmente, pero, como suele ocurrir con algunas substancias, salimos un poco resacosos, y es cierto que nos quedan ciertas dudas sobre los personajes y una pequeña sensación de que quizás falta cierta acidez y reflexión inexploradas durante el espectáculo en las palabras de Bolaño, tan hipnóticas y lúcidas en algunos momentos. Habrá que compararlos!

Los textos de Bolaño sobre un escenario son hipnóticos, eso lo sabemos todos aquellos que fuimos espectadores de 2666 y reincidimos con El policía de las ratas. Sin embargo, yo a estos Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce les echo en falta un poco de la lucidez sobre la condición humana con que contaban las dos obras anteriores. En este texto escrito a cuatro manos entre Roberto Bolaño y A.G. Porta encontraremos grandes dosis de violencia acompañada de sexo, drogas y toneladas de romanticismo clásico pero poco más. Visto el montaje, me pregunté si no habría otros textos de Bolaño más interesantes para adaptar al teatro. En cualquier caso, el excelente trabajo de Nao Albet y Claudia Benito en sus papeles de Bonnie & Clyde de la Barcelona quinqui es motivo suficiente para dejarse caer por el Tantarantana.

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Cuando se cumplen diez años de la muerte de Bolaño, el célebre novelista vuelve a la cartelera barcelonesa gracias a la adaptación escénica de su debut literario, el cual fue coescrito con García Porta ahora hace 30 años. A pesar de tratarse de un texto difícil de adaptar al teatro, hay que decir que Fèlix Pons consigue salir con éxito, ofreciéndonos un montaje cargado de ritmo y explosión creativa en el que consigue sumergirnos dentro de un mundo lleno de desmadre. En este sentido, Pons no duda en utilizar recursos audiovisuales que están al servicio de la dramaturgia e, incluso, alguno cercano al mundo cinematográfico, dando cuerpo y alma a este complejo montaje. Además, la obra también cuenta con una excelente banda sonora, que además a parte de destacar por su selección musical, consigue fusionarse con el mundo interno de los protagonistas. De esta forma, se profundiza todavía más con lo que sienten los personajes, junto con el uso de la iluminación y otros efectos sonoros y visuales. Obviamente, no nos tenemos que olvidar del gran trabajo actoral que hacen Nao Albet y Claudia Benito, los cuales presentan unos personajes con fuerza y personalidad propia, trabajando al servicio de un montaje cargado de recursos.

Sin duda, y cómo destacan varios medios, el planteamiento de la obra evoca a la clásica historia de Bonnie and Clyde pasada por el filtro de Tantarantino. Esto es cierto, pero estos referentes son sólo un punto de partida para explorar un mundo interior caótico y confuso, fruto de una sociedad oscura e inmóvil. Quizás en algunos momentos la adaptación se muestra confusa y el ritmo vertiginoso nos hace perder el hilo narrativo, pero esta es una apuesta de pequeño formato poderosa, que tiene el gran mérito de sumergir el espectador dentro del mundo interior de los personajes y de hacerle sentir aquello que viven de una manera picada, moderna y transgresora.

 

Aparentemente es la historia de un escritor fracasado y de su novia: nihilista, sanguinaria y prostituta ocasional. Mientras él va escribiendo una historia de género negro, ella lo va arrastrando hacia una carrera delictiva. Hay muchos momentos en que no sabes en qué dimensión estás: real, narrativa o amfetamínica. Un ejercicio de atención constante que el público no puede eludir. Ni quiere! Después de 80 minutos sólo tienes clara una cosa: Has visto un gran espectáculo. Claudia Benito y Nao Albet ponen cuerpo y alma a un texto de Bolaño/Garcia Porta y lo hacen de una manera excelente, Felix Pons es el culpable. No se la pierdan y, una vez la hayan visto, intenten resolverme esta duda: ¿Existe Ana Ríos Ricardi?