Juicio al extranjero

Qué facilidad tenemos de sentenciar comportamientos y actos cuando se trata de un hecho que no es cercano. Cuando se ve una película, una serie o se está leyendo un libro sobre un caso, tendemos a emitir un juicio con una rapidez impresionante y dejándonos llevar por la emoción y no tanto por los hechos. Pero siempre es así porqué hay ficción por el medio y se sabe que ninguna decisión tomada desde el sofá de casa afectará de verdad a nadie. ¿Y si les afectará? ¿Se actuaría de manera tan ligera?

En esta obra el público es parte implicada en un juicio que decidirá si el acusado mató premeditadamente o no a la víctima. Voluntariamente, miembros del público se convierten en juez/a, fiscalía, defensa, acusado, testigos y jurado. Hora y media en que se expondrá el caso y se utilizarán argumentos, guiados por un test previo, para conseguir uno u otro veredicto. Cada función es diferente, porqué nunca se sabe qué decidirá el jurado.

Basada en el libro Juicio al extranjero de Albert Camus, Iñigo Santacana elabora un montaje muy interesante que pone en tela de juicio, más que al acusado, al público que está en la sala. Le interpela a participar en un juego que parece sencillo, pero que acaba llevando a la superficie los pensamientos y las contradicciones del espectador/a. Aquello que creía seguro y verdad sin fisuras se va resquebrajando y ofreciendo diferentes visiones que hacen tambalear el razonamiento. En algunas ocasiones, el veredicto cambia con el paso de la obra y otra es inamovible, demostrando también más de lo que parece.

Puesta en escena brillante, cercana y muy estimulante, con unos maestros de ceremonia talentosos. Luis Maesso, Manuel Pico y Mar P. Soler, con amabilidad y mucha paciencia, se entregan totalmente al experimento y atraen al público más y más hasta que está totalmente comprometido con la ficción que se está desarrollando.

Todo en esta producción funciona, pero lo más interesante de todo es el debate que se crea entre el público -más evidente con el post-coloquio-, donde las opiniones alrededor del relato encienden pasiones y razonamientos muchas veces inesperados.

Maravillosa experiencia que se tiene que compartir y recomendar.

El extranjero, de Albert Camus, es una novela que cuenta con una legión de seguidores, ya sean los que ven en ella diversidad de interpretaciones o los que la consideran piedra angular del existencialismo (movimiento filosófico al que Camus no se quiso ligar nunca). Aprovechando este libro, y sobre todo la parte del juicio a Meursault, la compañía Indubio ha convertido el espectáculo en un auténtico tribunal en el que los espectadores y las espectadoras juegan un papel decisivo. Estamos delante, pues, de un teatro participativo y juguetón, pero también ante un ejercicio crítico y muy inteligente sobre el papel de la justicia a la sociedad.

Los tres actores de la compañía (Luis Maesso, Manuel Pico y Mar P. Soler) acompañan en todo momento a los auténticos protagonistas, que no son otros que algunos de los miembros del público. A pesar de que podría parecer el contrario, no hay momentos aburridos ni situaciones confusas debido a la poca experiencia de los participantes. Todo lo contrario. La estructura de la pieza, el orden de las intervenciones y las normas pactadas hacen del improvisado juicio una experiencia emocionante y colaborativa. Solo hay que ver qué sucede en los diez minutos de receso o en el debate posterior al espectáculo. Todo el mundo se ve involucrado a la historia, y las decisiones tomadas (o bien las que no se han tomado) dan pie a múltiples y constructivas discusiones.

Un teatro diferente, está claro, pero también un teatro necesario. Y es que hacer teatro es ponerse en la piel de los otros, y aquí son los mismos espectadores los que podrán disfrutar de esta sensación.