'Trilogía Da Ponte', la gran trilogía de Mozart llega al Liceu

Jordi Vilaró Berdusan

Los días se alargan, la primavera se acerca a su punto álgido, todo florece, y ¿qué mejor para celebrarlo que regalarnos un maratón operístico del mejor compositor de la historia?

En efecto, el Gran Teatro del Liceo ha decidido disfrazarse de Salzburger Festspiele o lo que es lo mismo el festival de teatro y música de Salzuburgo, ciudad en la que nació Wolfgang Amadeus Mozart. Durante tres semanas del mes de abril ha programado las tres óperas que estE célebre compositor compuso a partir de los libritos del magnífico poeta y libretista Lorenzo Da Ponte. ¡Nos llega, pues, el Mozart más “trapella”, el más agudo, el más incisivo, el más maduro, en definitiva, ¡el gran Mozart «dapontiano»!

«El binomio Da Ponte-Mozart planteó, en medio de unas formas musicales delicadas y equilibradas una notable y trascendente dialéctica entre el amor, el deseo y la libertad»

Cuando Lorenzo Da Ponte escribió los libretos de las óperas Le nozze di Figaro (1786), Don Giovanni (1787) yi Così fan Tutte  (1790), no sólo puso en jaque un concepto de amor y de posesión carnal propios de antiguo régimen que la burguesía incipiente ya no se tragaba, sino que su propósito, consciente o no, fue más allá: el binomio Da Ponte-Mozart planteó, en medio de unas formas musicales delicadas y equilibradas (no olvidemos que nos encontramos en medio del clasicismo), una notable y trascendente dialéctica entre el amor, el deseo y la libertad, un triángulo que no casa en absoluto, según la visión del libretista y el compositor. Veámoslo con un poco de detalle.

Amor, deseo y libertad

En Le nozze di Figaro, la condesa de Almaviva es engañada en varias ocasiones por su marido, quien antes amaba a su esposa con locura (¡recordemos que ella es la Rosina de Il barbiere di Siviglia, de Rossini!). La última infidelidad del conde consiste en tomar a Susanna, la promesa de su criado Fígaro, la misma noche de boda de la pareja al querer ejercer un derecho de muslo medieval que él mismo acababa de abolir. La alianza entre la condesa y Susanna para derrochar las intenciones del conde -sellada en uno de los dúos más sublimes de la historia de la ópera: Canzonetta sull’aria– al final permitirá descubrir y ridiculizar la actitud de Almaviva ante todos . En esta obra, pues, el simple placer carnal ‘institucionalizado’ pierde la partida ante el amor de los criados, quienes proclaman sobre el derrotado conde de Almaviva el triunfo de la libertad, es decir, el triunfo del amor o , al menos, del concepto preponderante del amor por parte de una nueva y pujante clase social que ridiculizaba las actitudes mezquinas de una nobleza decadente.

Le nozze di Figaro. Imagen: Mats Bäcker

En Don Giovanni, el libertino castigado (il disoluto punito es el título completo de la ópera), Don Giovanni es el seductor por excelencia, pero también el libertino que desafía a la sociedad y que proclama su dominio sobre el mundo de la sensualidad por encima de cualquier otra contingencia; es el rebelde que lleva el concepto de la libertad al límite de cualquier ética hasta el punto de retar a las fuerzas del más allá si es necesario -y ante las que no se va a someter- para preservar sus principios. Esta renuncia a toda redención quedará magníficamente reflejada en la estremecedora y célebre escena final con el fantasma del Commendatore.

«Don Giovanni emana un encanto sobrenatural y proyecta una energía tan destructora como atractiva a la vez»

La acción de la ópera representa toda una serie de seducciones o intentos de seducción por parte de Don Giovanni (Donna Anna, Zerlina, la criada de Donna Anna…), fugas y provocaciones (Commendatore, Don Ottavio, Masetto), que hacen tambalear los fundamentos morales sobre los que se construye la sociedad de la época. La magnética figura de il dissoluto irradia un culto al individualismo, al destierro de los dictados morales ya la libertad sin brida; no en vano casi al final del primer acto, Don Giovanni canta (y hace cantar a todo el mundo) un explícito y significativo “¡Viva la libertà!”. Como el Falstaff shakespeariano, símbolo de la heterodoxia y del caos en medio del orden, Don Giovanni emana un encanto sobrenatural y proyecta una energía tan destructora como atractiva a la vez. No en vano, la abandonada Donna Elvira, a pesar de ponerlo en evidencia ante todos, mantiene hasta el último momento la esperanza de poder enderezar su conducta (que maravillosa, su última intervención, Mi tradì quell’ alma ingrata !). Donna Anna tampoco puede resistirse a los encantos del Don, muy especialmente al tener a su lado el contrapunto a la figura del seductor libertino, su prometido, Don Ottavio, personaje sensible y enamorado –tal y como lo manifiesta en la preciosa aria Dalla sua pace–, pero paradigma de la corrección y del sometimiento a los códigos morales establecidos. En un estamento social inferior sucede algo parecido con la dulce e mobile Zerlina –objeto de seducción también del Don– y su prometido, el rústico y previsible Masetto. Y aún dentro de este mismo segmento social encontramos el gracioso sirviente de Don Giovanni, Leporello, que a pesar de las quejas y lamentos por las desventuras que debe correr junto a su amo, en el fondo ansía ser como él.

Don Giovanni. Imagen: Mats Bäcker

En Così fan Tutte, ósea La scuola degli amanti (título de reminiscencias bien molierescas!), el viejo Don Alfonso, filósofo y cínico, propone, a partir de un juego que imagina y que llevará a cabo con la colaboración de la criada Despina, vieja y escéptica como él mismo, poner a prueba la fidelidad de dos damas nobles, Fiordiligi y Dorabella, que aparentemente están muy enamoradas de sus respectivos prometidos, Guglielmo y Ferrando.

«Bajo la apariencia de una comedia intrascendente, Così fan tutte esconde un trasfondo trágico que manifiesta, el escepticismo hacia la condición humana»

En esta ópera de maravillosos conjuntos más que de arias -contiene, por ejemplo, quizás el terceto más delicioso de la historia de la ópera, como es Soave sia il vento-, el amor clásico se ridiculiza ante la eclosión del deseo y transforma a las víctimas en simples objetos, ya que el mensaje que rezuma es que no se puede creer en un amor que previamente no haya pasado por la criba de la tentación, que previamente no haya dado brida libre al instinto. Bajo la apariencia de una comedia intrascendente, pues, Così fan Tutte esconde un trasfondo trágico que manifiesta, aunque de manera amable, el escepticismo hacia la condición humana al demostrar que el binomio amor y libertad es incompatible.

Così fan tutte. Imagen: Mats Bäcker

La música y el teatro

Uno de los rasgos fundamentales de la Trilogía Da Ponte es la coexistencia en el argumento del componente serio con el elemento cómico, lo que se ha dado en llamar el drama giocoso. Por otro lado, la música de estas óperas nos dibujan el estado emocional de los personajes: sabemos qué sienten, cómo se expresan y cómo se comportan bajo determinadas circunstancias vitales, lo que nos hace cercanos y reconocibles. No se trata sólo de los controles del tiempo, del tono y del acento que el compositor aplica en el discurso de un personaje determinado, sino que es la misma música que iguala –o incluso supera– el discurso literario.

Así, por ejemplo, en Le nozze di Figaro, sólo escuchando los primeros acordes de la maravillosa Porgi amor ya se puede intuir el estado anímico en el que se encuentra la condesa de Almaviva dado el desinterés –y las infidelidades– que sufre por parte de aquél que hace unos años era su ardiente enamorado; o si prestamos atención a la melodía de la célebre Voi che sapete entenderemos de inmediato la turbación amorosa del enamoradizo Cherubino, casi sin la necesidad de sentir qué dice.

O como Don Giovanni, Leporello, al final de la célebre y antológica aria del catálogo (Madamina, il catalogo è questo), se va identificando progresivamente con el deseo que su señor sintió en un momento dado por Donna Elvira y lo reemplaza imaginariamente a medida que se acerca la finalización del aria con una sugerente y casi sensual entonación final a bocca chiusa.

O enCosì fan Tutte, cuando en el aria Come scoglio, Fiordiligi muestra cómo cree en la firmeza de su amor (“fuerte como un arrecife que resiste los embates del viento y la tormenta”) a la vez que la música emite unas fluctuaciones de un lado a otro de la tesitura que presagian el mismo autoengaño de la chica. La música deja de correr paralela al texto y entra de lleno en el hecho teatral. Como acertadamente afirma Sir Peter Hall sobre la teatralidad de la música de Mozart: «Si los cantantes escuchan a la orquesta mientras actúan y siguen la orquestación, entenderán los cambios en la psicología de sus personajes».

Los montajes

En cuanto a los montajes que podremos ver en el Liceu, los tres tienen como principal atractivo la dirección musical de Marc Minkowski y la idea escénica de Ivan Alexandre (con escenografía de Antoine Fontaine). Minkowski y Alexandre estrenaron esta Trilogía Da Ponte entre los años 2016 y 2018 y la combinación de modernidad escénica y clasicismo estético sin duda ofrece un espectáculo único, digno de verse. Si a esto le añadimos un combo de voces interesantes como las del barítono francés Alexandre Duhamel Don Giovanni y Don Alfonso a Così fan Tutte), la mezzosoprano “mozartiana” Angela Brower (Susanna en Le nozze di Figaro y Dorabella en Così fan Tutte) o las sopranos rumanesas Iulia Maria Dan (Donna Anna en Don Giovanni) y Ana Maria Labin (comtessa de Almaviva en Le nozze di Figaro y Fiordiligi en Così fan Tutte), todo apunta a unas representaciones que pueden quedar grabadas en la retina de el afortunado espectador que tenga la suerte de verlas, se trate ya de un mozartiano empedernido o de un simple amante de la buena música y de las artes escénicas.

Por Jordi Vilaró / @jordivilaro70

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Jordi Vilaró Berdusan
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