Míriam Iscla y Rosa Maria Sardà abren la temporada del Teatre Lliure con dos piezas de teatro político del italiano Stefano Massini dirigidas por Lluís Pasqual.
Bloqueo. Asesinados. Un territorio convertido en un campo de concentración. Terrorismo de estado. Asesinato de opositores, periodistas. Impunidad. Stefano Massini hace un teatro urgente, intencionadamente político. Para Pascual, desde Koltès no emergía una voz con esa fuerza en la dramaturgia europea. Y es por eso que el Teatre Lliure abre temporada con un programa doble, dos textos contundentes del autor italiano que ponen sobre la mesa dos conflictos: el de Palestina y el de Chechenia. La fuerza de los textos no es que nos cuenten nada que no sabemos, que no vemos en la prensa, explica Pascual, sino más bien que el teatro le da una dimensión nueva: «aquí ya no puedes esquivar la mirada y seguir comiendo macarrones, como cuando miras el telediario, aquí todo se convierte en nuevo, como si nunca antes nadie te hubiera hablado».
Crecenunsoldéu (en italiano Creoenunsol-odio), parte de la segunda Intifada, tras el fracaso de la cumbre por la paz impulsada por el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en 2000. Rosa Maria Sardà se pone en la piel de una joven palestina, una profesora de Jerusalén y una militar estadounidense que sólo coincidirán al final, en un mismo bar de Tel Aviv, aunque nunca se cruzarán ninguna palabra. «Son tres mujeres con un destino común. El autor no quiere ninguna pirueta de la actriz. Las tres explican el mismo desde su propia situación. El trabajo ha sido querer enviar la esencia, el olor, lo que ve cada uno sin mirar la edad que tengan «, explica Sardà. En la pieza, prácticamente una lectura dramatizada, Sardà sólo cuenta con un atril y una lámpara que cambia en función del personaje.
A Dona no reeducable, que fue escrito tan sólo un año después del asesinato de Anna Politkóvskaya, Massini hace un viaje al precipicio de los horrores ruso-chechenos del siglo XXI, espiados por una mujer definida por el Kremlin como «no reeducable «. Un texto «con pocas florituras, esencial, sin retórica, punzante», explica Miriam Iscla, que en ningún momento ha querido imitar Politkóskaia, sino que sobre todo ha procurado convertirlo en una interpelación directa al público. Un recorrido por diez años de la vida de la periodista, desde la llegada a Chechenia, pasando por las torturas, hasta el envenenamiento en el hospital.