Riardo Darín y Erica Rivas protagonizan Escenas de la vida conyugal de Ingmar Bergman en el Teatre Tívoli, un auténtico fenómeno en Argentina, donde ya han visto el montaje hasta 150.000 personas. La directora, Norma Aleandro, interpretó la obra en 1992.
Escenas de la vida conyugal es la adaptación que el propio Bergman hizo de la película homónima que le valió el Globo de Oro a mejor película extranjera, ahora con una versión retocada que deja sólo dos de los cuatro personajes, la pareja que intepretan Darín y Rivas. Son Juan y Mariana, que relatan al público una secuencia de escenas sobre los veinte años de matrimonio y la relación que mantienen después de su divorcio.
Para Darín la obra es una crítica a la institución del matrimonio, un intento de recuperar el vínculo amoroso entre dos personas que provoca una catarsis en el espectador, porque a menudo se siente muy identificado. «Aunque trata de cosas casi trágicas, la gente no para de reír», sigue el actor. «Es una risa liberadora, que permite reírse de cosas desde fuera de las que los personajes no pueden reírse». Sin embargo, «no es una comedia ligera», dice, porque «después de las funciones ves como los espectadores siguen hablando y debatiendo sobre los conflictos de la obra».
Erica Rivas ha destacado la dirección de Norma Aleandro (El hijo de la novia), de quien ha agradecido el acompañamiento, el aprendizaje y la confianza de «no poner encima del escenario lo que ella quiere ver, sino lo que los actores sentimos de cada personaje».
EL PLACER ES EL ESCENARIO
Ricardo Darín y Erica Rivas son conocidos por su trabajo en películas como Relatos Salvajes, nominada a los Premios Oscar como mejor película extranjera, donde coincidieron. Tanto el uno como el otro no paran de rodar, él está a punto de estrenar Truman, dirigida por Cesc Gay y ella presentó recientemente Pistas para volver a casa. Pero aún así ambos coinciden en reconocer que donde más disfrutan del oficio de actor està en el escenario. «El oficio de actor se disfruta esencialmente al teatro, el cine es una sensación muy diferente. El placer es en el escenario, no con la cámara«, asegura Darín. «El cine acaba en manos de directores y realizadores, que pueden reescribir la historia. A veces, una película terminada tiene una diferencia abismal con el trabajo que has hecho. En cambio, en el teatro, cuando se abre el telón, estamos solos y no puede haber cambios, todo depende de nosotros y el público», dice convencido el actor, que también ha destacado la gran simbiosis que existe entre actores y espectadores, ya que son los que completan la obra con su mirada y hacen que cada día la función sea diferente.
Texto: Mercè Rubià
