Alicia Gorina dirige la compañía Parking Shakespeare a Déu es bellesa, un retrato sensorial del artista finlandés Vilho Lampi a través de ocho cuadros pictóricos. Basada en la obra del dramaturgo Kristian Smeds, la obra busca la belleza diciembre la estética, pero también la ética y la cotidianidad.
Siete actores para un protagonista, Vilho Lampi. Los actores de la compañía Parking Shakespeare se ponen en la piel del pintor finlandés en ocho escenas que recrean ocho cuadros pictóricos del propio protagonista. «Lampi es un personaje muy complejo y completo, que a lo largo de la obra pasa por un intenso recorrido consigo mismo y con el mundo imprescindible para llevar a cabo sus inquietudes artísticas. Su actitud es en ocasiones épica, a veces ridícula, es miedoso, obsesivo; puede convertirse a ratos muy cómico, a ratos muy patético, desagradable, irreverente e incluso mezquino. Pero también es un genio, auténtico y lleno de humanidad «, explica Gorina. Es por ello que cada actor interpreta Lampi en una de las escenas, para mostrar las diferentes caras y facetas en una especie de retrato cubista, mientras van apareciendo otros personajes secundarios «en forma de corazón».
La obra, que según su directora busca provocar sensaciones intensas al espectador, es una reflexión sobre la necesidad de la belleza en la sociedad contemporánea, «a menudo menospreciada», y su relación con la ética. A lo largo de las ocho escenas se relaciona la belleza con conceptos como la libertad, la fantasía, la violencia o la infancia. Además, también hace una reflexión sobre el fascismo «completamente actual». Según Gorina, aunque Lampi se mostró atraído por las ideas fascistas y «la belleza de la pureza de la raza aria», la dramaturgia convierte la esperanza del pintor por unas ideas entonces aún incipientes en «una crítica muy evidente».
Déu es bellesa es la teatralización que el dramaturgo Kristian Smeds hizo en 2000 de la novela homónima escrita por Paavo Rintala en 1959. Una dramaturgia que tiene como motor escénico la creación visual y donde hay una búsqueda constante de acción o través del arte. Gorina, en complicidad con la traductora y bailarina finlandesa Riikka Laakso y la escenógrafa Silvia Delagneau, ha puesto énfasis en la belleza cotidiana, tanto a nivel visual como en el movimiento. Así, cada escena es una búsqueda de belleza, una exploración que ha llevado a los actores a trabajar con diferentes materiales como el yeso, el pan o la harina. «Hemos puesto las manos en la masa, literalmente. Hemos esculpido, nos hemos embadurnado hasta los calzoncillos y hemos disfrutado como pocas veces en el proceso de ensayos», explica Òscar Bosch. Y es que a pesar de que la obra contiene una importante reflexión sobre el arte contemporáneo, lo que busca no es la racionalidad ni la contemplación de la belleza, «sino provocar e impactar».