Els Pirates Teatre convierten el Maldà en Ilíria, aquella tierra brumosa de fantasía donde Shakespeare imaginó Nit de Reis. Vamos a ver un ensayo.
Son las 3 de la tarde de un viernes. Voy hacia el Maldà para ver un fragmento de Nit de Reis en el ensayo de Els Pirates Teatre. En las escaleras me encuentro Ricard Farré con un café. ¿Qué horas de ensayar son estas? ¿Cuando coméis vosotros? Me cuentan que como son muchos y les cuesta encontrarse porque tienen otros proyectos en marcha, arañan el tiempo de donde pueden. Aún no están todos y aprovecho para hablar de la obra con su director, Adrià Aubert. Nit de Reis fue su proyecto de final de carrera y ahora lo lleva el Círcol Maldà, la sala que desde hace ahora justo un año gestiona la compañía. El estreno fue el mes pasado, el Festival Shakespeare, pero como hicieron una única función, aunque quieren pulir algunos pequeños detalles.
«Lo más complicado de llevar al escenario un Shakespeare es ponerse de acuerdo con el significado de la obra, gran parte del tiempo de trabajo la hemos dedicado a la comprensión del texto«, me cuenta Aubert. «He querido remarcar la comedia, pero también todo lo que tiene de agridulce y dramático porque es una de las obras en que Shakespeare da más profundidad psicológica a los personajes». De hecho, me cuenta, es una de las pocas comedias dramáticas del autor, este género «que ahora está tan de moda«. «El trabajo que hemos estado haciendo hasta ahora es trabajar la comicidad desde la verdad. Es un texto muy poético y teatral por sí mismo, por eso pienso que es interesante decir las cosas desde otro lugar; la comicidad ya va intrínseca a la obra «.
Poco a poco van acabando de llegar a los actores, que si bien no todos son Piratas, siempre han estado alrededor de la compañía y han colaborado con otros espectáculos. Como dice Aubert, son «satélites» y, más o menos, de la misma generación, acercándose a la treintena. Antes de comenzar el ensayo quieren ver juntos el video promocional de la obra, que acaba de salir del horno. Como casi todo, se la han hecho ellos mismos, y sea por ello, o sea que todos están muy implicados en el proyecto, les hace mucha ilusión. «Ya ves estamos más emocionados por el vídeo que para la obra«. Ordenador en la silla y todos sentados en el suelo, aplausos y justo cuando termina, llega el último del grupo, Arnau Puig. «Por favor, por favor». El volvemos a ver.
Ahora sí. Estamos en una de las últimas escenas de la obra. Silencio y comienza. Olívia (Mònica Barrio) está en escena con el duque, Orsino (Xavier Frau). Están en casa de ella, donde se desarrolla la mayor parte de la trama cómica. También aparece el Bufón (Laura Aubert) y, de fondo, Viola (Queralt Casasayas) y Sebastià (Bernat Cot). Aunque en esta escena prácticamente no intervienen, la Viola y Sebastià son los dos gemelos protagonistas de la obra. Un naufragio frente a la costa de Ilíara les ha separado y, mientras que ella consigue llegar a la playa y -disfrazada de hombre- termina trabajando en la corte de de Orsino, él, Sebastià, es rescatado por Antonio, antiguo enemigo del duque. A partir de aquí diferentes tramas que se entrelazan jugarán con la confusión de la identidad y generarán un cúmulo de malentendidos amorosos alrededor de los gemelos, además de Orsino y Olivia, de quien el duque está profundamente enamorado.
«Se entrelazan tres historias, la de Viola, la de la casa de Olívia, con los criados, los tíos y los amigos, y la de Sebastià, que empiezan separadas, pero acaban confluyendo en un único final». Para Aubert, una de las tramas más interesantes es la de los criados, porque «no sólo hay comicidad, sino también crueldad que hace que todo gane otra dimensión, que no sólo sea humor blanco», y está convencido de que el más potente de la obra son las relaciones entre los personajes y la historia de amor. «También hay un debate de fondo sobre la locura, como dice el Bufón ‘vale más ser un loco sabio, que un sabio loco‘ y esto resume el comportamiento de los personajes».
El Maldà es una sala muy pequeña, con una capacidad de una cincuentena de espectadores, pero en el escenario habrá hasta 10 actores en escena. Siento que durante el ensayo en algún momento el director insiste en las características del espacio. Aquí el tono puede ser más bajo, el espectador es muy cerca y seguramente incluso el gesto puede ser más contenido, más delicado. Cuando habíamos hablado por teléfono me había comentado que, como ya habían ensayado tres meses la obra antes del estreno en el Festival Shakespeare, ahora sólo harían tres o cuatro ensayos para acabar de perfilar detalles. Bueno, por eso y porque algunos de los actores ya han empezado a ensayar otras obras (Laura Aubert y Arnau Puig estan en el Teatre Lliure preparando Somni Americà), o están algunos días fuera. Me imaginaba, pues, un ensayo muy fluido, donde tan sólo se ultiman detalles, pero veo que bajo la apariencia tímida y discreta de Adrià Aubert hay un director exigente, que repite tantas veces como sea necesario un pequeño detalle hasta encontrar el tono adecuado. Tiene claro como quiere cada mirada, cada movimiento, y puede hacer repetir una frase diez veces. Viéndolo pienso en Ferran Utzet en Traduccions. Recuerdo que fui a un ensayo cuando faltaba muy poco para el estreno y que la sensación, viendo la cantidad de correcciones que hacía, era que no podía ser que llegaran a tiempo. Una sensación que, al verla estrenada, quedó totalmente desvanecida, por otra parte.
Una de las características de la compañía es la presencia musical en sus obras. Aquí los mismos actores cantan y tocan instrumentos, Núria Cuyàs la guitarra y Laura Aubert el violonchelo. «La música es un elemento dramatúrgico muy importante en la obra, cuando lees bien el argumento ves la importancia de la canción en cada lugar». Hay letras del mismo autor y también canciones populares que los Pirates han musicado de nuevo. No es, sin embargo, para que quieran llevar la obra a la actualidad, es deliberadamente atemporal porque así «el actor queda desnudo«. Y su propuesta es, precisamente «profundizar el máximo con el texto, sin grandes artificios y pocos medios, pero que llegue directo al público».
Y de momento parece que no sólo ha llegado al público, sino también a los programadores (o programador). Sólo actuaron un día en el Festival Shakespeare y sólo quedaba un programador internacional, pero Els Pirates son muy piratas y le convencieron, por lo que este mes de junio volarán hacia Neuss para participar en el Festival Shakespeare de la ciudad, uno de los más emblemáticos.
No me había dado cuenta, pero ya estamos al final, están ensayando la última escena. De repente la energía que hay en la sala cambia por completo. Salen los diez actores en escena y todo crece, con ellos y la música. Siempre me pasa, pero mientras a mí me pone la piel de gallina y me emociono y necesito un par de minutos para reaccionar y desconectar de la obra, ellos, ya acostumbrados, han terminado la escena y ya se han puesto de nuevo. Me acerco un momento para despedirme rápido y marcharse sin molestar demasiado, porque veo que a ellos todavía les queda un buen rato.
Texto y fotografías: Mercè Rubià