Ir a ver teatro, circo o danza a los Terrats en cultura no es como hacerlo en otro espacio cualquiera. Se convierte en todo un ritual, en otra manera de vivir la ciudad. Es más, la gran mayoría de gente que va, repite. Muchos, incluso apuntan a ciegas a la programación que impulsan Lola Armadàs, Anna Piferrer y Isaias Fanlo, tres espectadores inquietos que desde 2013 van de azotea en azotea buscando nuevos espacios para la cultura.
A los Terrats en cultura no vale llegar cinco minutos antes de la función, mirando el móvil y con la cabeza en otro sitio. El público está convocado media hora antes, se le invita a una copa y un aperitivo, interactuar con el espacio (cada función uno diferente) y disfrutar de las vistas desde un espacio de la ciudad que, en fue una casa particular, nunca han tenido. Y eso es lo que reivindican: «los Terrats no son sólo espectáculos culturales, es otra manera de vivir la ciudad». De hecho, ya nació con este doble objetivo, impulsar una nueva manera de consumir cultura y recuperar las azoteas, «unos espacios que años atrás habían tenido mucha vida y que ahora se han perdido». También hay otro factor: «aparte de la crisis económica, también hay una crisis en el consumo de la cultura. Las instituciones decimonónicas del gran teatro están bastante obsoletas, la gente quiere la proximidad con el artista «, aseguran Lola Armadàs y Anna Piferrer. Están convencidas de que el público busca más una experiencia, que un espectáculo. Esto no quiere decir que los espectáculos que se hacen no puedan tener otra vida en el escenario. Esta temporada dos espectáculos de los Azoteas –Pequeños Monstruos de Marilia Samper y Kabarett Protokoll de Helena Tornero- han dado el salto al teatro, uno, en La Villarroel y el otro en el Círcol Maldà.
Es más, en la programación de esta temporada son dos espectáculos de teatro los que bajan del escenario para subir a la azotea. El primero, además, se hará coincidiendo con las jornadas del Día del Orgullo Gay y con la complicidad de Pride Barcelona. Es El Esperanza de la compañía Teatro de Cerca, que se pudo ver en la Sala Fénix y se cuestiona, entre otras cosas, si el miedo puede hundir el amor. El otro coincide con otra fecha significativa, el 18 de julio. Es Et vindré a tapar, la obra de Roger Ribó y la compañía Espai en Construcció que agotó entradas y prorrogar en La Vilella con la historia de tres mujeres que tienen que enfrentarse a la dura realidad de la posguerra.
La programación de esta temporada, sin embargo, comienza con una propuesta de circo que juega con las geometrías físicas y psíquicas, la Acrometria de la compañía Psirc. Después Anna Rodríguez y su No sé pas si això és pot dir… enlazarán la danza y el circo en una propuesta con música en directo que presenta una figura femenina que se debate entre la ternura y la bestia. No será el único espectáculo de danza. Tres propuestas de microdansa: Funus de Ana Paula Ricalde, Insieme de Joahn Volmar y Tempus de Rudi Cole y Julia Robert se unirán en una misma azotea. También estará el Niño de Elche, un artista multidisciplinar que combina el canto y el «toque» flamenco con la performance, la poesía, la libre improvisación, el minimalismo, la canción de autor, el rock, el canto en movimiento o el electrónica. La música también estará muy presente en Este julio nació en agosto, un viaje lleno de texturas sonoras con la guitarra de Aníbal Martínez que dan soporte a las historias de Julio Cortázar, en una sugerente lectura de Joaquín Daniel.
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Texto y fotografías: Mercè Rubià