Julio Manrique dirige 'El pato salvaje', un Ibsen desconocido

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¿Siempre es mejor decir toda la verdad? ¿Estamos preparados para asumir-la? ¿Qué motivos ocultos hay detrás quienes siempre quieren airear la verdad? Estas son algunas de las preguntas que plantea Henrik Ibsen en L’ànec salvatge, un texto prácticamente desconocido del autor noruego dirigido por Julio Manrique en el Teatre Lliure.

A diferencia de Un enemigo del pueblo, Una casa de muñecas o Hedda Gabler, textos que hemos visto versionados recurrentemente los escenarios, El pato salvaje es un texto prácticamente desconocido en nuestro país. Según Julio Manrique, esto es un regalo. «El público no vendrá sólo a ver cómo lo hemos hecho, como ocurre con los clásicos, sino también para conocer la obra. Es emocionante porque es casi como estrenar un contemporáneo».

El pato salvaje comienza con la vuelta a su ciudad natal de Gregor Werle (Pablo Derqui), hijo de un cónsul rico y poderoso (Werle, Andreu Benito),   después de un largo auto exilio. El reencuentro con Hialmar (Ivan Benet), hijo de un ex-socio del padre a quien este arruinó, acabará desenvocant en una tragedia después de que la verdad vea la luz. Y es que Gregorio es «un idealista que intenta reabrir el pasado demasiado pendiente de las ideas y poco de la realidad», explica el actor.

DECIR O NO DECIR LA VERDAD

Explicar o no la verdad: este es el conflicto de la obra. «En palabras de Ibsen: la verdad es una droga, y si la verdad no está bien administrada, tiene consecuencias letales» explica Benito, que considera que la obra plantea «la necesidad de saber toda la verdad y nada más que la verdad o bien vivir en un mundo de fantasía y engaño». En este sentido, Laura Conejero -que interpreta el papel de Gina-, cree que en este caso los integrantes de la familia «no tienen la necesidad de saber la verdad ni de ser salvados por nadie» y además, les llega en un momento en que son «relativamente felices» y «no están preparados para recibirla». Derqui, en una defensa cerrada de su personaje, no se puede estar de responder: «es muy peligroso decir que la gente no está preparada para saber la verdad».

En este sentido, Manrique considera que el momento actual tiene mucho que ver con estas preguntas. «Los gurús y predicadores que van de salvadores, en realidad qué buscan? En nombre de las ideas a lo largo de la historia se ha generado mucho dolor. En un momento actual en que se necesitan muchos cambios y revoluciones, es más necesario que nunca que no nos coja el ansia de casarnos con cualquiera. Quien se ponga a la cabeza debe estar a la altura y tener ideas útiles. El mensaje de Ibsen es humanista: las personas están por encima de las teorías. Y yo coincido».

MODERNIDAD Y MÚSICA EN DIRECTO

Manrique considera que la pieza está «a caballo entre el realismo y el simbolismo en una atmósfera muy hipnótica». Marc Artigau y Cristina Genebat han hecho una adaptación que «mantiene toda la esencia todo y modificar el texto» con la voluntad de que el público se olvide que está viendo un texto escrito en 1884. La versión busca una «modernidad atemporal» para que, según el director, «la atención esté centrada en la acción».

Carles Pedragosa pone la música en directo -piano, violín- para acompañar la acción y «convertirse en un narrador más». La escenografía, de Lluc Castells, con quien Manrique ha trabajado en la creación del espectáculo desde el inicio, es «muy contundente» y transmite el frío y la nieve de Noruega.

Jordi Bosch, Miranda Gas, Jordi Llovet, Lluís Marco y Elena Tarrats completan el elenco de esta obra que se podrá ver en el Teatre Lliure de Montjuïc hasta el domingo 9 de abril.

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