El próximo mes de julio se cumplirán cinco años del estreno absoluto de Renacimiento, la séptima obra de La Tristura, que revisa la historia de la democracia española y pone el foco en aquellos profesionales menos visibles que proveen la estructura de un teatro, como técnicos, operarios y artesanos. El Teatre Lliure Montjuïc acogerá los días 5 y 6 de julio la llegada de esta creación a la ciudad condal, dentro del Grec Festival de Barcelona, donde años anteriores también presentaron CINE (2017) y Future Lovers (2019).
Con Roberto Baldinelli, Belén Martí, Iván Mozetich, Alván Prado, Mundo Prieto, Emilio Rivas y Marcos Úbeda en escena, el día a día de diversos montadores se revelará ante el público en la Sala Fabià Puigserver. Y lo hará comenzando con un “mi reino por un caballo”, una salutación final y un desmontaje para mostrarnos lo que hay más allá de un escenario. ¿De qué hablan dos técnicos cuando prueban luces y sonidos? ¿Cómo es una asamblea de un grupo de trabajadores de las artes escénicas que intenta cambiar sus condiciones laborales? ¿Qué pasa cuando nadie les escucha y la palabra no se dice para brillar?
Sus conversaciones, aspiraciones o frustraciones se ordenan a través de diversos momentos históricos de nuestro país, desde la muerte del dictador Franco en 1975. Además, ocurren entre el momento en que ha terminado una pieza, cuando comienza su desmontaje técnico y escenográfico, y se construye la siguiente, en el mismo lugar, entre cables, decorados y profesionales que siempre visten de negro para pasar desapercibidos y no destacar.
Dos décadas de viaje
En 2024, La Tristura, fundada por Itsaso Arana, Violeta Gil y Celso Jiménez, celebraba veinte años de trayectoria. Su primer montaje llevaba el subtítulo Nacimos para ser estrellas y, desde entonces, se podría decir que lo han conseguido. Sus trabajos se han podido ver en diversas ciudades nacionales e internacionales y, como dato curioso, Renacimiento fue la pieza con la que varios teatros europeos volvieron a abrir sus puertas tras la parada por la COVID-19. Por ello, el contenido y su mensaje adquirieron un valor añadido en cuanto a cuidados y memoria, fragilidad y la necesidad de comunidad cuando se levanta el telón o cuando la vida continúa después de una pandemia.
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