Redacción: Jordi Sora / @escenadememoria
Pasará a la historia como la producción de danza con el nombre más extraño, dada la escasa o nula referencia entre el país y el título. Y a la vez como la constatación que de algunas ideas se puede hacer extrapolación por todas partes. Porque es sobre la condición de nuestra civilización que Ohad Naharin propuso interrogarse. Con sus bailarines, por lo que podríamos decir que es una de las producciones más corales de la Batsheva Dance Company. Vuelven a Barcelona, donde el predicamento es extraordinario hasta el punto que las entradas están agotadas desde hace meses.
Venezuela será uno de los momentos álgidos de la programación 2018-19 del Mercat de les Flors. Por la calidad artística de la troupe, está claro. Con el archiconocido movimiento Gaga, una mezcla fascinante entre expresividad corporal y fisicalidad; donde entra en juego una secuencia gesticular que conmueve por su claridad e invita a la introspección: mientras que evidencia la fortaleza del gesto bailado como lenguaje emotivo; y enseña la fragilidad en una dinámica alocada; obsesionada consigo misma; desacomplejada y libre.
Pero también por una sorpresa visual que no para de anunciarse sin complejos. Con lo que, si todavía esto fuera necesario, intentan llamar la atención y que, al parecer, es la imagen más potente de la pieza. Alerta, pues, a los habituales en esto de destrozar qué pasa en los escenarios en lugar de explicar qué genera en el corazón humano. ¡Todas en guardia!
Que nada nos despiste, de todos modos, del auténtico quid de la cuestión: creada en 2017 exploran el conflicto y el diálogo. ¿Hay todavía margen para la convivencia? Una pregunta, efectivamente, desde cualquier lugar y que el azar de la historia ha hecho coincidir en uno de los momentos más intensos para la política. La de nuestra casa y también la del país evocado en la pieza.
Es una característica importante de las obras de la compañía la banda sonora, que firma el mismo creador y coreógrafo, pero con pseudónimo de Maxim Warat: un calidoscopio de composiciones, desde el canto coral al rap o el rock. También es sustancial del trabajo del grupo un despliegue incansable, inaudito y tenso de esfuerzo físico, imparable, desbordado de energía. Mientras se va abriendo la caja de las cuestiones pendientes, auténtica apelación individual y colectiva, por el gusto de ejercer de motor de reflexión; de acicate para el pensamiento. A pesar de que, mejor si no somos inocentes, con una indisimulada intencionalidad, un posicionamiento de contexto, ligado a la misma realidad políticosocial desde la cual la compañía trabaja desde el 1964.
Ohad Naharin, después de 30 años al frente de la Batsheva Dance Company, es ahora el coreógrafo residente. Una de las cosas más interesantes que tendremos que observar estos días en el Mercat de les Flors, que promete felicidad asegurada a los forofos de la danza, es precisamente comprobar si este pequeño desplazamiento desde el centro de la organización hacia uno de los extremos, implica cambios en los planteamientos estéticos y narrativos. Habrá que estar atentos a los matices. ¡Y a los espoilers!