'Boquitas pintadas' en el Versus Teatre

La compañía Chroma Teatre estrena en Barcelona la adaptación de la novela homónima de Manuel Puig: el carmín de Hollywood hecho tango con dramaturgia catalana.

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Versos de tangos como el de Rubias de New York (de donde surge el nombre de Boquitas pintadas) los infiltra Manuel Puig en su novela, publicada en 1969: recomendaciones musicales, contextualizaciones emocionales. Enamorado del cine, y en una Argentina de genios estilísticos como Jorge Luis Borges o Julio Cortázar, Puig tuvo la valentía (o la inteligencia) de basar su estilo en las voces de sus tías: «en lo pueril está su riqueza «, explica el director Juan Pablo Miranda, pues son estas voces lo que dan la fuerza a los relatos de Puig. Unas voces que tanto el director, también argentino, y la dramaturga catalana Ana María Ricart han querido mantener en la que es la primera adaptación al teatro de Boquitas Pintadas.

UN CALIDOSCOPIO DE TEATRO Y EMOCIONES

Miranda, que al hablar supura amor por Puig, siente que tiene «una perlita entre las manos», una pieza de una belleza cercana que ni él ni Ricart han querido vender en adaptarla: se desmarcan de la versión de esta obra que Leopoldo Torre Nilsson llevó al cine en 1974, pues consideran que «se queda en los hechos, en la cronología». Para Miranda el tiempo de la obra, que comprende 30 años, es importante sólo en la medida de la acumulación emocional que supone: una acumulación presente en la novela a nivel de recursos y materiales -una revista, una carta a un amante…-. En cambio, en el teatro, sí es posible trasladarla, y jugando e investigando han podido traducir al lenguaje de la interpretación todos los pequeños matices, como por ejemplo, las faltas de ortografía que hace un personaje en escribir.

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Pero la acumulación realmente importante de Boquitas pintadas es el emocional, lo que se ha vivido y, sobre todo, lo que no se vivió: los personajes de la Pampa argentina rural, de la pequeña burguesía de los años 30 que tenía que inventar un estilo propio, y los amores que han dejado atrás, las pasiones vividas y las pasiones soñadas. La amistad de dos hombres, la vida y los complejos de tres mujeres, los anhelos que no se dicen, los reproches que salen sólo cuando se explota y las confesiones que no se dirán nunca. Una montaña rusa de sentimientos con letra (y deseos) de tango, colores de telenovela y tempo de cine.

EL DESEO COMO PUNTO DE PARTIDA

Y es que a pesar de diferenciarse del cine, admiten haber creado un timming propio de montaje cinematográfico, pero partiendo de la proximidad del teatro «que permite hacer arte del día a día». Un ritmo trepidante, en algunos momentos, que no les deja «instalar en sólo un sentimiento o una emoción». Las composiciones en el escenario, explica la actriz Melina Pereyra, las hacían teniendo presente los planos de la gran pantalla, con unas cámaras imaginarias, pero hecho de una manera artesanal.

«Te sentís como un carpintero», confiesa la actriz Constanza Aguirre, referiéndose al trabajo previo al estreno. Y es que todo el equipo, mitad argentino y mitad catalán -actores del Institut del Teatre incluidos-, ve este proyecto como una obra de artesanía: conciben el teatro como «un acto de fe», y hace dos años que confían y trabajan en este montaje, movidos por el deseo, compartiendo los sueños hollywoodienses de Manel Puig y los suspiros con melodía de tango de estas Boquitas pintadas.

Texto: Neus Riba

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