ANGÉLICA LIDDELL

Bergman o cómo vivir rodeado de demonios

El vínculo entre el Grec y el Festival de Aviñón se refuerza con la llegada de estrellas internacionales a Barcelona antes o después de estrenar en Francia. Un ejemplo es Angélica Liddell, que presentará ‘Dämon. El funeral de Bergman', inspirada en el entierro del famoso cineasta Ingmar Bergman.

La baronesa Karen Blixen prometió el alma al diablo a cambio de convertir todo lo que viviera en una historia. De ese pacto nacieron títulos como Memorias de África o El festín de Babette, firmados por Isak Dinesen. Angélica Liddell (Figueres, 1966) asegura que habría vendido su alma al demonio para escribir cómo la autora danesa, uno de los puntales de Vudú (3318) Blixen, el montaje de seis horas estrenado no hace un año que ya contenía referencias a Bergman . Supuso el primero de una serie de funerales escénicos que se aproximan a la idea de la muerte desde el momento en que se empieza a presagiar su llegada. Un itinerario en cinco partes hacia la despedida de Liddell que empezaba con una maldición, y terminaba con sus funerales. Vudú nacía de una herida muy profunda que se transformaba en literatura para su purificación. Un pacto con el diablo, como el de Blixen. A cambio de un sacrificio, el diablo le concedía a Liddell el don de convertir todas sus vivencias en obra. En resumen, la historia de una venganza. Ceremonia fúnebre o exorcismo. Acción salvaje contra la cultura, la tradición. «Cuando todo ha sido devastado, sólo queda ofrecer la devastación», dice la dramaturga y actriz. Así pues, si Vudú era un viaje al funeral del propio artista, en Dämon confirma los demonios que le rodean bajo la influencia de Bergman. La trilogía acabará con Eón, o la obsesión del artista por su propio final en el mundo, su desaparición en escena.

El entierro de Bergman en 2007 en la isla de Fårö, en el sur de Estocolmo, fue íntimo y privado. Poco se sabe, aunque ahora llega a escena tal y como él mismo lo diseñó, con los himnos que se habrían cantado y las interpretaciones musicales que habrían sonado. De hecho, Liddell, habló con testigos de la despedida y con una de sus hijas, que le envió un mensaje: “el padre decía: ‘nada en tus propias olas’”. La escritora y directora de escena no quiso dar detalles del montaje antes del estreno, pero destacó que no quiere homenajear a Bergman, sino más bien a los demonios que le acompañaron en vida como la angustia sobre la muerte y las dudas sobre la existencia de Dios: “Me permitirá que no explique lo que ocurre en el escenario, se vuelve simplista y superficial. Además de la documentación existente de su funeral real, tal y como él mismo lo pensó, presentamos diversas visiones estéticas, intento que el público se encuentre inmerso en una conversación espiritual”, avanza la creadora.

Liddell siempre ha manifestado que esa organización del caos interior, esa dramaturgia de sus infiernos, es la única forma que evita el suicidio o el crimen. El teatro como choque estético. Humano. Integral. Y así nos iremos dejando llevar por unos intérpretes del principal teatro de Suecia, donde el dramaturgo y cineasta se formó, donde trabajó muchos años y desde donde transformó la escena de su país. Entre el escalofrío y la fascinación, entre las imágenes potentes que se pueden rastrear a lo largo de la historia del arte y la religión y el más humano, el más abyecto y desnudo. Un extremo y otro. La transformación. La renovación. Otra estética. Otra idea de teatro. En definitiva, otra escritura dramática. Una liturgia, un exorcismo, abrirse en canal, derramar lágrimas, sangre y cualquier otro fluido. Esta paradoja tan habitual en los montajes de Liddell: cuando te sumerges, la vida y la muerte parecen abrazar cada palabra con toda su intensidad. Y, al mismo tiempo, no puedes dejar de pensar en una mística diabólica, un único Dios, que es el arte, la belleza, el rito que nos conecta con el inefable.

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