La compañía El Martell presenta su segundo espectáculo en la Sala Atrium. Ah! Judit, es un grito contra el sistema.
Ah! (Judit) es un texto rapsódico fragmentado en 21 cuadros que muestran diferentes tipos de violencia ejercidos desde el sistema y el poder hegemónico: la represión, la explotación y el heteropatriarcado. La compañía El Martillo apuesta por un teatro de fuerte contenido político, como ya demostró en la pasada edición del DespertaLAB, con XY o La Fidelidad de los signos negros, una pieza que ponía en cuestión el amor romántico.
Escrita y dirigida por Laia Alsina Ferrer, este nuevo texto cuestiona los límites y la definición de la violencia e intenta que el espectador la experimente en carne propia. Combinando narración, diálogos, canciones y poesía, además de mezclar espacios y temporalidades, nos muestra casos reales como el de Puig Antich o Víctor Jara con otros que pretenden convertirse universales a través de personajes como Judit, que simboliza la opresión que sufren las mujeres, o un trabajador del McDonalds, «los de abajo», que se enfrenta a un empresario, «los de arriba».
UN PUÑETAZO POÉTICO
«Queremos que sea un puñetazo poético y un grito contra el sistema», dice la autora. Un grito que parte del texto, pero también de la danza y de un teatro muy físico y visual. «Hemos querido contraponer el cuerpo y la palabra, huir del realismos más convencional. Aquí el cuerpo subraya o contradice el texto para encontrar nuevas lecturas «. Durante la obra, «más que personajes hay relaciones, que son el hilo conductor de los diferentes tipos de violencia», explican.
«Hay una voluntad de avasallamiento de información, de impacto. La obra sólo dura una hora, pero pasan muchas cosas«. Según explica el actor José Sobrevals, «es un cóctel molotov lleno de textos, personajes e injusticias, no hay ni un minuto para respirar». El público, aseguran, sólo tendrá tiempo de reflexionar una vez salga de la sala.
El espacio escénico está compuesto únicamente de un plástico industrial, una plataforma y tres tubos metálicos. Como la pieza no permite concretar un espacio escénico y hay una voluntad de trasladar la violencia al público, dicen, han optado por una escenografía «de fuerte impacto estético» a través de un material hostil como el plástico y el metal.